Un artista del hambre

“Podía pasar todo el hambre que quisiera, y lo hacía, pero ya nada podía salvarlo. ¡Prueba a explicar a alguien el arte del ayuno!”

[Gracias a Babelio por confiar en mí para reseñar esta joya para su Masa Crítica]

Pese a ser el libro más corto que he leído este año, es uno de los que más me va a costar reseñar. Porque es complejo. Porque es Kafka, y como en toda la obra de Kafka, la esencia se esconde debajo de capas y capas que hay que ir excavando para sacarla a la luz. Voy a tratar de explicaros lo que me ha parecido este relato y mi interpretación sobre lo que Kafka quiso explicar con él. 

La trama es aparentemente sencilla. Un artista del hambre se pasea por el mundo cosechando éxitos. Su arte, el de mantenerse vivo sin ingerir alimentos durante semanas, congrega numerosos espectadores allá donde va. Hasta que llega un día en que nadie se interesa por su arte porque ha pasado de moda. El ayunador profesional, entonces, decide establecerse en un circo donde lo colocan en una jaula a medio camino entre la carpa y los establos de los animales. Sus nuevos espectadores, por tanto, son las personas que transitan entre el espectáculo y las jaulas de las fieras, sin apenas detenerse ante él ni prestarle atención. de esta forma, el artista del hambre, sin espectadores que contemplen su arte, queda como una reliquia de otros tiempos que va marchitándose lentamente en su jaula.

Considero que el texto, escrito por Kafka poco antes de morir, funciona como una parábola y que por tanto, suscita una intepretación diferente en cada lector. Teniendo en cuenta que Kafka fue un autor poco conocido en vida y que su gran éxito llegó, especialmente, años después de su muerte, me inclino por establecer un paralelismo entre el arte del ayuno y el de la escritura. El ayunador va perdiendo el favor del público de la misma forma en que Kafka no logra tener la admiración de los lectores. Poco a poco, ambos van muriendo victimizados y marginados, ante la indiferencia de la sociedad, al no ser capaces de ganarse la vida con su arte.

El “hambre” de notoriedad del protagonista del relato aplicado a la vida de Kafka también me ha hecho reflexionar. Ese hambre de reconocimiento, de amor, de admiración, es algo de lo que adolece el ayunador, algo que también marcó la vida del autor y que en definitiva es un asunto, pienso, que nos concierne a todos los seres humanos. Creo que en su parábola, Kafka también quiso dejar patente su preocupación por esta dependencia humana del reconocimiento social y personal. 

En definitiva, pese a su corta extensión, creo que es un relato al que hay que dedicarle tiempo, relecturas y mucha reflexión, porque el subtexto es mucho más poderoso que el propio texto. No obstante, lo recomiendo, aunque no quizá como puerta de entrada al universo de Kafka.

Por último, permitidme que os hable brevemente de la edición en la que he leído este relato, porque estoy enamorado. La joya que se ha marcado Nórdica, en tapa dura, con papel de 120 gr. es una auténtica maravilla y hace que la experiencia de lectura sea mucho más placentera. Las ilustraciones de Federico Delicado (que podéis ver en el carrusel) no podían ser bellas ni más acertadas. Estoy muy feliz por poder contar con estos tesoros en mi biblioteca.