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Sawyer y sus amigos Tim, JR, Danielle y Shanna están prontos a terminar la escuela y dejar atrás con ella muchas de las cosas solían hacer juntos y crecer… O al menos eso piensan y es lo que los motiva a gastarle la última broma a Shanna con la ayuda de un viejo maniquí que luego de ser parte de sus bromas de adolescentes, ahora permanece olvidado en la cochera de Sawyer. Pero la broma pronto se sale de control y Manny —porque es un nombre muy original para un maniquí— decide volverse peligroso para todos y Sawyer decide “salvar” a sus amigos de este peligro. Si alguien lee estas reseñas, sabrá que no soy fiel lector de este género, pero alguna vez que hablé de los Bram Stoker Award y este estaba como el ganador en la categoría de “Best Long Fiction”, despertó mi interés, no porque se haya ganado un premio, sino porque el libro tiene una premisa interesante y eso no lo voy a negar. Eso sí, la premisa pierde fuerza bastante pronto y todo el quid del asunto se descubre pronto, mucho antes de llegar al final o querer atar cabos. A eso hay que sumarle el hecho de que los maniquís en plural que promete el título se quedan debiendo y la trama gira alrededor de uno solo, que lejos de poderse ver como una figura que despierte temor con su sola mención, es el motivo de una psicosis de nuestro personaje. Con lo cual también queda en entre dicho la legitimidad de los motivos de su actuar, de lo que poco se logra abordar en la historia. La verdad es que La noche de los maniquís intenta ser un thriller psicológico que pronto pierde el misterio, eso es lo peor que le puede pasar al libro; y que está acompañado de un humor más que infantil que llega a sonar antinatural a veces, o al menos así sucede en la traducción con alta dosis de modismos ibéricos en la que la obra de Graham Jones ha llegado a este lado del mundo. Ojalá la historia sirva como detonante para algo más extenso, prolijo y con mejores aproximaciones a todo lo que plantea. |
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