Lejana y rosa

Carmela es una adolescente con inquietudes literarias que está descubriendo su sexualidad junto a su novio del instituto, al tiempo que lidia con la reciente muerte de su padre y el luto opresor de su madre. En este momento, recién muerto su padre, en los primeros años de la Transición española, en Tarsis (Huelva), un escritor comunista, hijo de exiliados españoles, se instala en los alrededores del pueblo. Con él iniciará una extraña y tóxica relación sentimental: Carmela, embaucada por el misterio y la intelectualidad del escritor, arrastrada por sus ansias de rebeldía, por no querer pertenecer a un único hombre (su novio) y por la ausencia melancólica de su padre, cae en las garras de este hombre que es 25 años mayor que ella y que la va a manipular hasta el desorden. Él es celoso y posesivo, entra al juego de este triángulo amoroso. Es alcohólico y prepotente y absolutamente deleznable pero ella cae en sus redes, víctima de su abuso de poder y de autoridad. La relación sexual es turbia y confusa (me atrevería a decir que, incluso, es forzada la primera vez, aunque la autora, Rosario Izquierdo, se muestra un tanto ambigua al respecto, quizá porque como voz de Carmela solamente podía reflejar esta ambigüedad que siente el personaje en todo momento).
La historia es narrada por la Carmela del futuro, que decide volver a su pueblo natal veinte años después de los sucesos del verano de 1979, cuando el escritor acudió a ella por sus conocimientos de la colonia británica que explotó las minas de Tarsis en los años 20.
Se entrecruzan de una manera muy llamativa tres momentos históricos muy distintos pero cargados de tensión política y la voz de una mujer fascinante, la danesa Kristina Lomholt, benefactora y activista ecologista de los años 20, que vivió en Tarsis con su marido durante los años en que él fue el encargado de la repoblación de los campos muertos, contaminados por la incineración de piritas al aire libre.
El paisaje minero está muy presente en todo el relato, la lucha contra la contaminación, el activismo sindical de los años 20, la esterilidad de las tierras tras el fin de la explotación minera, la convivencia entre ingleses y locales, etc. La autora consigue que formen un todo sin el cual no se puede entender esta historia y que te vaya atrapando y envolviendo línea tras línea en esa atmósfera sucia y turbia.
Rosario Izquierdo se maneja muy bien con los elementos de la naturaleza autóctona que convierte en símbolos de la lucha interior de cada personaje. La novela fluye sin diálogos, sin entrecomillados, propiciando la confidencia del lector con la voz interior de la narradora, llegando a un final predecible quizá, pero intenso y catártico para la protagonista.