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La lucha entre los Lancaster y los York sigue su curso en Trinidad. Cada vez más encarnizada, cada vez más sangrienta. El rencor y la mala leche no hacen sino crecer. La lucha por el poder pone a Inglaterra en jaque. Enrique VI recupera el poder tras despertar de su letargo, pero Ricardo de York no va a ponerlo fácil. Las familias más poderosas toman un bando y en esta segunda entrega, clanes como los Neville y los Percy, adquieren mayor protagonismo. Las rivalidades son ya un camino sin retorno. La Batalla de San Albano será el momento cumbre en un libro lleno de conflictos, de hachas, arcos, espadas, lealtades y conspiración. Otro de los grandes episodios en Trinidad será el asedio al castillo de Sandal. Decisivo y brutal. La reina Margarita vuelve a destacar como estratega y defensora del reinado de su marido. Iggulden logra reivindicar a una monarca a la que la historia dio un trato de arpía, mala influencia para el rey y madre de un hijo bastardo (aunque hay que aclarar, e Iggulden lo hace, que en ese tiempo todas las nobles eran ‘madres de bastardos' según la apreciación de sus enemigos). Nuevos personajes entran en escena y ya se puede adivinar su trascendencia en el futuro: Eduardo March, los hermanastros Tudor del rey Enrique VI, calientan el terreno para lo que nos espera en Estirpe (el siguiente libro). El conflicto entre estas dos casas, y las que les son leales, han pasado la batuta a sus herederos. Tenemos caña para rato. Conn Iggulden repite estrategia. Un libro claro, conciso, con una 'nota histórica' al final, que ayuda mucho al lector a sumergirse en los hechos y aclarar lo que se nos pasó por alto en la ficción. Hay emoción, personajes complejos y momentos cuya tensión se disfruta. Un comienzo brutal, pero que se desinfló a la mitad de la lectura. Afortunadamente retoma el ritmo y vuelve a enganchar. Tormenta, el primer libro, también tuvo ese bajón y creo que, en ambos casos, se debe a esas páginas de excesiva descripción del entorno y a la preparación o introducción a las batallas. Es una pena porque, para cuando comienza el machaque de cuerpos, ya estamos un poco aburridos de la espera y también porque deja de lado a los personajes, que son, con diferencia, lo mejor de esta saga. Ricardo de York y esas desiciones sobre la vida del rey, Margarita y su viaje a Escocia, Derry y sus apreciaciones del momento y de la naturaleza de los que le rodean: mataría a espadazo limpio para estirar esos momentos. A pesar de mi queja sobre el desinfle, no he renunciado a seguir mi recorrido por el mundo de los York y los Lancaster, y tampoco renuncio a recomendar la saga. Es mucho lo que Conn Iggulden ofrece. En cinco minutos sabes quién es quien y te sumerges en una historia donde el juego por el poder es un juego de sangre. Intenso y contundente. |
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