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Crítica de Guille63


Guille63
16 March 2023
Ibsen alcanza con Hedda Gabler las cotas más altas de su teatro. Gracias a este coctel de personalidades que es la obra, Ibsen consigue con Hedda su personaje más complejo y sugerente. Pero, ¿quién es Hedda Gabler? ¿Una hija de puta manipuladora, una niña caprichosa y cruel que se aburre, una fiera que enloquece encerrada en su jaula, una mujer víctima de su género y su cobardía por no atreverse a rebasar los límites?

De lo que no cabe duda es que Hedda Gabler representa los demonios interiores que todos llevamos dentro. Por suerte, no siempre son tan terribles y autodestructivos como en su caso, así, la mayoría de nosotros podemos dominarlos, construir cauces por los que reconducirlos, hacer concesiones sociales y morales sin que por ello suframos un gran menoscabo.

No es el caso de nuestra heroína a quién su condición de mujer deja pocas escapatorias (las pistolas con las que únicamente juega Hedda es un símbolo: “Me quedo ahí y disparo al aire”), y las que le deja, ser madre y esposa amantísima, no le satisfacen o le asquean. Tampoco tiene la posibilidad, bien por su condición de mujer, bien por no poseer las capacidades necesarias, de agarrarse a un objetivo como el que ayuda a Eilert Løvborg.

Eilert es un viejo amigo que vuelve a su vida y al que en tiempos admiró y rechazó por las mismas razones: su desmesura, su libertad para quemar sus turbias pulsiones en indecentes excesos con alcohol y mujeres sin importarle las imposiciones sociales y morales, pues nada hay que Hedda tema más que ser motivo de escándalo, más incluso que el vacío al que se asoma peligrosamente y que la llena de una rabia que emponzoña su interior y que la rebasa salpicando a los que la rodean y cuya felicidad no soporta. Mucho menos la felicidad, y por tanto la paz, que Eilert, su alma gemela, cree que conseguirá una vez publique su extraordinario libro, un libro que revolucionará su campo de estudio y en el que ahoga su furia contra el mundo.

Y para resaltar aún más estas tormentosas almas, el autor rodea a los dos personajes de otros en los que prevalece el ángel que también anida en nosotros con mejor o peor fortuna: Jørgen Tesman, marido de Hedda, su tía, Juliane Tesman, y Thea Elvsted, antigua enamorada de Jørgen y quien presta una ayuda esencial a Eilert en la realización de su libro.

Esta separación de caracteres es muy significativa del pensamiento de Ibsen, pues mientras dota a los primeros de personalidades interesantes, de inteligencia y creatividad, los segundos son aburridos, serios, mediocres, pero asimismo, y al contrario que los primeros, valientes, íntegros, confiados, entregados a los demás. También son personas felices o potencialmente felices. Hedda y Eilert están incapacitados para ello.

Y en medio de ambos grupos encontramos al Juez Brack, amigo de los Tesman. En su interior no parecen existir ni demonios ni ángeles que merezcan tal nombre. Brack es un hombre inteligente, equilibrado, que tuvo la suerte de nacer en un entorno cómodo en el que disponer de todo aquello que precisa y en el que disfrutar, sin escrúpulo alguno, de los placeres que la vida le va ofreciendo, sean lícitos o no, sin desesperarse por lo que al final no pueda saborear. Será el detonante de la tragedia.

Estos son los mimbres, verán ustedes como los entrelazan y qué objeto consiguen crear.
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