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Crítica de Guille63


Guille63
06 March 2023
“Si el SEÑOR no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican…” Salmo 127, 1

Con esta cita Hubert Selby Jr. da inicio a su novela y sienta las bases de su tesis, una cita que prosigue así: ”si el SEÑOR no guardare la ciudad, en vano vela la guardia.” El SEÑOR no estaba velando la casa de los personajes de esta desesperanzada novela y la desazón y la condición que anida en sus almas va a realizar su trabajo a conciencia hasta conseguir llevarlos al fondo más abyecto de la desesperación.

El arranque de la novela es Selby en estado puro, frenético, delirante: un hijo encierra a su madre en el armario para quitarle el aparato de televisión que empeñará para pillar heroína. Pero pronto el relato se encamina por derroteros menos furiosos, menos rabiosos. La rabia se ha convertido en desesperanza en esta novela, la furia en tristeza.

La narración mantiene las señas distintivas de Selby: una aparente confusión de voces que se superponen en un incontenible torrente en el que diálogos y pensamientos se engarzan con la propia voz narradora; cambios constantes y sin transición entre la primera y la tercer persona con una puntuación muy particular; nada de recrearse en descripciones inútiles, si debemos enterarnos de algo, incluidas las características físicas de los personajes, será a través de sus diálogos o pensamientos; y, sobre todo, la novela es una nueva y magnífica demostración de cómo el autor extrae poesía hasta del mismo infierno.

“Harry y Marion sujetando entre ellos otro "popper" mientras sus cuerpos continuaban rozándose uno con otro mientras se reían y se agarraban como la piel uno a otro y la música continuó deslizándose entre el humo y las risas y alcanzaba oídos y cabezas y cerebros y mentes y en cierto modo salía por el otro lado impasible e inalterada y todos se sentían bien, tío, quiero decir bien de verdad, como si acabaran de partirle la cara a alguien muy violento o alcanzado la cima del Everest, o estuvieran muy colocados o flotaran en el aire como pájaros, sí, volando y flotando por las corrientes como pájaros, igual que grandes pájaros, tío... sí... como si de repente soltaran amarras, como si de repente fueran libres... libres... libres...”

Réquiem por un sueño” nos muestra los caminos entrelazados de cuatro personajes incapaces de tomar las riendas de sus vidas: Harry, su amigo Tyrone, su novia Marion y su madre Sara, que protagonizará los toques humorísticos de la novela y es también el centro de la historia más triste de todas. En sus vacías vidas, la droga les proporcionará la sensación de libertad y la libertad habilitará sus esperanzas.

Drogas y esperanza son caminos complicados y peligrosos de transitar, por ellos se arrastrarán los cuatro protagonistas hacia la dependencia y la insatisfacción permanente. Ambos son caminos que necesitan ser recorridos incesantemente, cada vez más rápido, ambos son corredores angostos que les impedirán mirar más allá de la posibilidad del pico siguiente o de esa realidad atrayente y engañosa que sus mentes han creado especialmente para ellos.

Drogas y esperanza les irán alejando más y más de la solución, si es que hay alguna, a medida que les van distanciando de la realidad, de la vida, de ellos mismos, hasta hacer de todo algo irreconocible. Selby no juzga, su novela es un auténtico ensayo de lo que significa el imperio de la adición a una sustancia, a un sueño, a una mentira: desde la euforia y la excitación de los inicios hasta la desesperación más absoluta en la que no quedará una gota de dignidad ni de respeto por uno mismo.

A pesar de la crudeza de la historia, Selby nos contagia de la infinita ternura y compasión con la que trata a estos personajes predestinados por la desdicha, sentenciados por su trágica fragilidad. Selby no le quita a ninguno de ellos ni un ápice de responsabilidad en sus vidas, pero solo en el sentido de que no se señalan culpables externos. Selby no está orgulloso de la sociedad en la que vive y, sin extenderse mucho, critica duramente al sistema político y policial y a la clase media norteamericana, no muy distinta de la de cualquier otro país.

“Es la misma mentalidad que construyó los campos de concentración. Pero fíjate en la clase media… ooooo, me saca de quicio. Podríamos estar mirando las noticias y viendo a los policías partiéndole la cabeza a la gente con sus porras y mi madre y mi padre dirían que aquello no pasaba de verdad o que eran unos hippies comunistas degenerados. Eso es lo que importa. Todo el mundo es comunista. Habla de libertad y derechos humanos, y eres comunista. Lo único de lo que ellos quieren hablar es de los sagrados derechos de los accionistas y de cómo protege nuestras propiedades la policía.”

Sin embargo, no les hace responsables del fracaso de las vidas de estas cuatro personas, que si de algo sufren es de su frágil personalidad y de la falta de amor, de apoyo, de alguien que les haga sentirse necesarios.

En efecto, el SEÑOR no estaba presente en sus vidas, ni se le esperaba tampoco.
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