Elogio del gato

Quien me conoce sabe que mi ineludible futuro es convertirme en la loca de los gatos de los Simpson. Tal vez por eso en cuanto veo un libro de gatos me lanzo a él sin pensar. Es un instinto sólo comparable al de nuestros amigos felinos cuando ven un pajarito revoloteando sobre su cabeza... O al mío cuando veo las esponjosas patitas delanteras que tan poco le gusta a Leo que ande toqueteando. Saber qué sucedió cuando vi este libro y esta portada es, pues, bien sencillo: darle un hogar; por desgracia, igual que un gato callejero maltratado me ha lanzado un zarpazo con toda la mala leche del mundo. No me cuenta nada nuevo (apenas me cuenta nada, de hecho), no me lo cuenta con gracia, no me invita al juego, no me tienta con ricos manjares...

Me lo he terminado porque es corto.