 |
Desde pequeña me han encantado las historias de los héroes y dioses griegos, aunque cruentas en su mayoría, por no decir en su totalidad, han mostrado respuestas para las que aún su ciencia y tecnología no eran capaces de dar. El porqué de muchas situaciones normales en la naturaleza se explicaba a través de estas leyendas, y dejaba mucho más tranquilos a los seres humanos de entonces. En estos tiempos no tenían ningún tipo de artilugio o invento que les ayudara a ver las estrellas más lejanas, por lo que comenzaron a dar nombre solo a las que veían con sus propios ojos. Por ello, siglos más tarde se tuvo que dar un repaso a su atlas para introducir constelaciones nuevas usando estrellas que no eran capaces de ver, bien por su lejanía o bien porque solo clasificaron las del hemisferio norte. Por esto, en el atlas actual tenemos una mezcla de constelaciones con nombres de la mitología griega, junto con otras en homenaje a inventos del ser humano o útiles de artistas como la escala, el cincel o el compás. Para poder escribir cada relato, la autora se ha documentado muy bien, y no solo nos muestra la historia griega de sus constelaciones, sino que si hay alguna leyenda más de otra cultura sobre esa constelación en cuestión, la comparte en la misma página. Por eso no faltan historias aborígenes australianas, inuits o africanas, que dan su punto de vista, igual de interesante. Por otro lado, pocas son las constelaciones que tienen la forma de lo que representan, por lo que es de valorar las ilustraciones de Hannah Waldron para entender mejor la gran mayoría de ellas. Estas ilustraciones son preciosas, y cada una está en perfecta sintonía con la historia escrita por Susanna Hislop para cada una de ellas. Es un trabajo en equipo admirable, que tiene como resultado este magnífico libro, editado por cierto con mucho cuidado y mimo por Errata Naturae. |
>
