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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
08 February 2024
Georgette Heyer es de esas autoras que conozco desde hace siglos, que tengo varios libros suyos esperando en la estantería esos mismos siglos (y además todos buscados y cazados intencionadamente porque están descatalogadísimos), y que por razones que se escapan a mi escaso entendimiento todavía no había leído. He empezado con Muerte en el cepo porque la vida así lo ha decidido y espero ponerme las pilas a partir de ahora y seguir a buen ritmo con sus novelas.

La historia (ambientada a comienzos de los años 30) comienza tal cual reza el título, con un muerto atrapado en un cepo a la luz de la luna en medio de un parque. Resulta poco probable que él se haya colocado en semejante situación, así que damos por hecho que es un asesinato. Lo curioso viene cuando se descubre su identidad, Arnold Vereker, y llega el momento de comunicar la noticia a sus familiares y allegados y comprobar sus coartadas, porque a todo el mundo le importa un pimiento la muerte de este señor y les da igual si tienen coartada o no, e incluso se la inventan descaradamente para darle vidilla al asunto. ¿Quiénes son estos dos allegados? Sus hermanastros, Antonia y Kenneth, que viven juntos, no tienen ni un penique, no se hablaban con Arnold por diferentes motivos y forman un dúo la mar de exasperante: nunca dicen nada claro, mienten como bellacos, juegan con la policía solo por comprobar si pueden hacerlo y al mismo tiempo derrochan un aire de buena gente caprichosa pero legal bastante irritante... pero claro, es que Kenneth hereda todo a la muerte de su hermanastro, y eso quieras que no lo convierte en sospechoso, y él encantado de la vida de que así sea. A este dúo se suma Giles Carrington, primo que ejerce las funciones de abogado de los dos hermanos; la señorita Williams, prometida de Kenneth y no muy apreciada por su futura cuñada; y Leslie, amiga de los dos hermanos de toda la vida que va y viene de la casa de ambos como Pedro por su casa. El caso es que el inspector Hannasyde lo tiene complicado y solo encuentra algo de cordura en el abogado Carrington, que tiene sus propios motivos para limpiar el nombre de los Vereker... o al menos el de Antonia.

No sé si conocéis a Georgette Heyer, pero llegó a la literatura de manera casual (el primer libro que publicó fue originalmente un cuento que escribió para su hermano pequeño cuando estaba enfermo), pero que luego, estando ya casada, se dedicó incansablemente a escribir y publicar durante muchos años, y además con una peculiaridad muy notoria. Heyer se volcó sobre todo en dos tipos de géneros literarios: el de suspense o misterio (al que pertenece el que hoy os traigo), y el de romance, y durante unos cuantos años publicó uno de cada anualmente. Fue pionera en el género de romance histórico en general (y del de Regencia en particular, siendo considerada en su época como la sucesora de Jane Austen... se dice que se documentaba de manera casi obsesiva sobre este periodo para no cometer equivocaciones en la ambientación de sus libros), pero también escribió romance contemporáneo, ficción histórica, y bueno, que estuvo en activo más de cuarenta años, así que imaginad la producción literaria que nos dejó. Fue una autora bestseller en su día, pero tuvo problemas financieros, le plagiaban los libros y fue sistemáticamente ignorada por los críticos (desprecio que se sigue manteniendo hoy en día en su tierra, dicho sea de paso). Y como rasgo anecdótico, no le gustaba la publicidad, la atención sobre ella ni hablar sobre sus libros (lo consideraba pretencioso y vulgar), así que solo concedió una entrevista durante toda su carrera literaria.

Dejando todo esto a un lado (que os comento a grandes rasgos más que nada porque yo creo que es una autora con muy poca presencia a nivel general por estos lares blogueros), si algo me ha quedado claro con Muerte en el cepo es que a Heyer le interesaban, sobre todo y ante todo, sus personajes. Esta novela arranca con un cadáver desde la primera página, tenemos el misterio, tenemos los sospechosos, tenemos las pistas falsas, a los detectives haciendo lo que pueden, personajes y hechos del pasado que cobran importancia en el presente... pero cuando cierras el libro, cuando piensas en él pasados un par de meses desde su lectura (que es cuando yo estoy escribiendo todo esto), lo que te viene a la cabeza no es el misterio en sí mismo, sino la singularidad de sus personajes, la construcción de las relaciones entre ellos y cómo esa peculiaridad, ese histrionismo despampanante (no se me ocurre otra manera de describirlo) y esa excentricidad voluntaria e intencionada (porque a ellos les encanta ser así) son realmente los reyes de la función. de hecho resulta factible adivinar la identidad del culpable desde bastante antes de su descubrimiento oficial, pero da igual, porque lo importante es el espectáculo impredecible que dan los hermanos Vereker tanto de cara al lector como delante del inspector Hannasyde. Son así y así se comportan, sin vergüenza y sin mala intención, ellos mismos son muy conscientes de su peculiar forma de ser, pero hay que tomárselos con una pizca de sal; definitivamente no son el tipo de persona que yo soportaría más de cinco minutos en mi presencia en la vida real (son agotadores, en serio, y muy egocéntricos y extravagantes), pero leerlos sobre papel es otra cosa.

Todo esto se traduce en diálogos muy inteligentes y rápidos (a veces parece una película de los años 30 o 40), en pistas falsas intencionadas y mucho hablar pero dar poca información (Hannasyde se lo toma con filosofía pero no le ayuda en nada) y en personajes que se saben el centro de atención y lo explotan al máximo. de todos modos Georgette Heyer se apiada del lector y usa al primo abogado, Giles, como catalizador de toda esa energía desbordante: planea con elegancia entre la particularidad y los genes excesivos de sus primos y el sosiego inteligente y curioso de Hannasyde, y gracias a él podemos tener una perspectiva más amplia de todo sin querer tirar a ningún personaje por la ventana. Ah, y además hay una sorpresa a mitad de libro bastante inesperada, que nunca viene mal y añade pimienta a la trama. Tampoco quiero deciros mucho más porque a estos personajes hay que leerlos para entenderlos (y entenderlo para disfrutarlos).

Muerte en el cepo es el primero de los libros protagonizados por el inspector Hannasyde, y la verdad es que el pobre se luce más bien poco. Sí, aparece de vez en cuando, se lleva bien con todo el mundo, se codea con todos los personajes hasta el punto de pasar veladas con ellos en buena compañía, pero la verdad es que el misterio no lo resuelve él y eso, quieras que no, resulta algo decepcionante. Pero al parecer en el siguiente libro de la serie, Aquí hay veneno (que también tengo esperando alegremente en la estantería), la cosa se pone más profesional y demuestra por qué le pagan un salario en Scotland Yard. Ya os contaré.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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