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Estremecedora ópera prima de Ramón Hernández, que más tarde se reeditó con el título de Presentimiento de lobos, y que previamente concurrió al Planeta como El primogénito del asno (quedando semi-finalista, por cierto). Llama la atención la intensidad del relato, lo bien escrito que está, y cómo pudo pasar el control de la censura. Leyendo novelas como esta, es inevitable pensar que, a pesar de todo, había una libertad individual que se ha perdido. Ahora se supone que no hay censura, pero casi todo se parece demasiado. Antes sí la había, pero el panorama estaba lleno de voces únicas, como es el caso de Ramón Hernández, un escritor que ha mantenido esa voz a lo largo de su extensa carrera y que nunca, al menos en España, ha tenido la consideración que merece. En esta novela hay rasgos reconocibles que vuelven a aparecer en sus obras muy posteriores. Por ejemplo, lo que el propio Hernández definió como "intercomunicación narrativa multidimensional": en la realidad literaria que plantea el autor, la voz no es solo de un personaje, sino que se forma con yuxtaposición de perspectivas, a través del discurso libre, ya sea directo o indirecto, jugando con el punto de vista, a veces de forma obsesiva. La novela presenta varios planos de profundidad en los que el lector decide si quiere adentrarse o no. Es de una gran riqueza, nunca tienes la sensación de que se te va a quedar pequeña o de que el autor no va a profundizar lo suficiente en sus intenciones. Tras leer El buey en el matadero, es inevitable pensar cuánto juego habría dado está historia si hubiera sido llevada a la gran pantalla por Bardem, Berlanga, Saura o Buñuel. Pocas veces se ha narrado el infierno terrenal con tanta intensidad. Por poner un ejemplo, el "descenso" al pozo está tan magistralmente contado, que debería ser estudiado en todas las escuelas de escritura creativa. Obra sumamente importante, a recuperar con urgencia. |
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