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Este Joseph Heller es el mismo que escribió «Catch-22», esa celebérrima novela calificada por muchos como de clásico moderno. Pues bien, «Algo ha pasado» es mejor… o eso pienso yo, al menos. Pero no busquen aquí algo así como un «Catch-23». Aquí se las verán con la tortuosa y torturada mente de un oficinista, padre de familia de clase media y de mediana edad que terminará por resultarles insoportable y hasta odioso. Bob Slocum, que así se llama el poseedor de la mente que deberán visitar y que durante toda mi lectura usurpó el cuerpo de William H. Macy en la inolvidable Fargo, es débil y cobarde (y, por tanto, peligroso), carente de una naturaleza propia, como él mismo confiesa, y con un profundo sentimiento de autodesprecio. Su mundo se divide en dos categorías: los débiles y los fuertes (estos siempre hombres, las mujeres pueden aspirar como mucho a ser un premio y quizás no uno de los más importantes), donde a los primeros se les desprecia y a los segundos se les teme y admira. No creo que nadie se sorprenderá a estas alturas si digo que Bob Slocum vive aterrado: teme a su familia, a sus compañeros de trabajo, a sus subordinados, a sus jefes, teme a la vida. Y su decisión es precisamente la de no vivir, la de dejarse flotar sobre la existencia y sentir lo menos posible. Pero dejar de sentir es una tarea ingrata e inalcanzable. La narración es machacona, la forma amoldándose al fondo. Y en el fondo de la novela está un ser obsesivo hasta la exageración. al igual que aquel que no puede salir a la calle sin cerrar la puerta 20 veces, la narración parece no poder seguir si no relata una y mil veces cada una de las fobias de Bob Slocum, sus recuerdos, sus miedos, sus debilidades, sus desprecios, sus muchas mezquindades. Y pese a todo ello, Heller consigue que uno llegue a compadecerse del personaje. No es fácil enfrentarse a sí mismo con la sinceridad de Slocum (dicen las malas lenguas que Slocum y Heller tienen más de un punto en común), no es sencillo vivir tan a disgusto consigo mismo, ser tan infeliz y estar presente en el día a día de su hijo, al que siente como si fuera una prolongación de sí mismo y que parece multiplicar hasta el infinito todos sus miedos y debilidades. Al final, sí, algo pasa y, claro está, nada bueno. Pero en el fondo pienso que hubiera dado igual que no pasara nada; razones no le sobran a Bob Slocum para esta larga, caótica, autoflagelante, cruel, desagradable, perturbadora, desesperanzada, desordenada, deprimente, obscena y ultramegasupersincera confesión. Cuidado, es un libro que incomoda, que puede enfrentarle a infiernos propios que no son nunca fáciles de asumir. Pero qué mejor objetivo puede tener el arte que removernos por dentro. Este libro lo logra y de forma espléndida y terrible. |
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