El chico y el perro

Delante de la puerta de un konbini, un hombre se topa con un perro. Rápidamente siente una atracción muy grande hacia el animal. Hay algo extraño en los ojos del perro, parece tener un propósito. Sus gestos y su mirada resuman inteligencia. Pese a no tener la mejor de las situaciones económicas, debido al gran tsunami que asoló Japón hace algún tiempo, decide socorrer al animal. Sabe que la opción de un perro callejero es la perrera y, posiblemente, la muerte. Pronto descubrirá que Tamon, como así indica que se llama el collar que lleva en su cuello, está buscando algo.

Lo primero que debe decir es que me esperaba algo totalmente diferente cuando empecé a leer “El chico y el perro”, en cuanto a la trama y como se desarrolla, y eso me chocó bastante de entrada. A ratos me gustó, y a ratos no tanto, pero es un punto que le da un toque diferente, eso seguro. No quiero decir mucho de como gira la trama, para respetar la propia sinopsis, y para no arrebatar la sorpresa, pero imagino que es algo que para según que lector pueda ser un detalle positivo y para otros, les quitará intensidad. Para mí sigo sin tenerlo claro.

Pese a la sorpresa de la que hablo, el libro aporta lo que promete, grandes dosis de ternura. Claramente es un canto a la figura del perro, la gente que se relaciona con Tamon lo trata con cariño, incluso se diviniza la figura de este como si fuera un dios protector, que salvaguarda a su amigo humano de todo lo malo. Un ser que protege y da suerte. Esto es algo que a veces he comprado y a veces no. Pero ya me explayaré algo mejor cuando hable de la parte mala.

Es, ciertamente, una historia bonita, de estas que se encuentran mucho dentro de la literatura contemporánea japonesa. Historias sencillas, dulces, con una gran carga emotiva, pero que se disfrutan como si fueran un paseo por un sitio agradable al que siempre vuelves. Es imposible no dejarse tocar la fibra por Tamon, sobre todo para los que compartimos nuestras vida con otros animales y no concebimos vivir de otra manera.

Sin embargo, ha habido cositas que me han restado y han perjudicado mi impresión final de la obra. Para empezar, está bien considerar a los perros como un ser que protege, es algo bonito relacionarnos con ellos expresando esa gran estima, pero cuando da la sensación de que el objetivo de su existencia es solo proteger al ser humano, ya el discurso es menos bonito. Deja de serlo de hecho. Tampoco entiendo mucho que un libro con claras intenciones de alabar la relación de amor entre personas y perros, añada personajes "agradables" que se dedican a cazar a otros animales como afición. Nuevamente el discurso se diluye. Especismo sin más.

El final tampoco me ha ayudado a ver lo negativo de otra manera, si no más bien a profundizarlo.
Aún así, no creo que sea un mal libro, es tierno y bonito, y hay una intención positiva de fondo, pero quizás me ha faltado ese poquito de algo más para que me terminara de enamorar. Eso, sumado a las cositas negativas, que no son muchas ni constantes, aunque estén ahí, ha dejado la historia en un "está bien, pero no mata". Me sorprende mucho que el autor escribiera hasta este momento sobre la yakuza y de pronto hiciera este libro. A ver si publican más cositas de él.