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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
03 December 2018
A veces la apariencia de realidad es razón suficiente para vivir, pues en ella encontramos la normalidad que envuelve nuestras horas y nuestros días, la aceptación de que somos felices, de que todo está bien... el nirvana espiritual en el que somos intocables, donde no existen el juicio ni el prejuicio y todo es calma y tranquilidad.

Jodi Brett, psicoterapeuta, ha alcanzado a sus 45 años ese maravilloso estado anestésico cuya apariencia de felicidad está intrínsecamente unida a la hipocresía vivida junto a Todd Gilbert, su pareja desde hace más de 20 años. Ambos forman un conjunto disarmónico y asimétrico donde las creencias y perspectivas de uno difieren de las del otro pero, a pesar de todas las discrepancias, son capaces de crear y tejer vínculos que se subyacen y se soterran en lo más hondo de sus corazones.

A partir de esta simbiosis artificial, y mediante capítulos alternos, vemos todas las razones de uno y las justificaciones del otro para seguir o no con una unión donde las mentiras e infidelidades de Todd son justificadas, apartadas y miradas hacia otro lado por su mujer, Jodi.

Para poder entender a nuestra protagonista debemos escucharla sin prejuzgarla y posicionarnos a su lado sin más, en un sentido aséptico y ecuánime donde la imparcialidad nos hará comprender todas sus profundidades. Para ello tendremos que bajar por la escalera de su vida, en la que cada escalón es una causa (y no consecuencia) que le ha llevado a buscar esa calma sin justificación ni juicio, anteponiéndola a ese sentido de justicia natural que brama por salirse y hacerse oír.

Todd Gilbert, por el contrario, es un hombre hecho a sí mismo, básico y cortoplacista que solo vive para su satisfacción personal, razón suficiente para justificar sus acciones sin pensar en las consecuencias que acarrean y provocan en otras personas. Si lo medimos con los parámetros tolerantes de Jodi, su pareja, vemos que tiene ese pensamiento reduccionista según el cual todo le está permitido sin necesidad de mirar más allá, pues sus necesidades y apetencias le bastan como motivo. Después de este análisis somero intuimos de qué modo sobrevive esta pareja a través de los años: lo que pide una (calma y confort sin juicios) se lo aporta el otro (libertades y licencias sin efectos ni inferencias).

Al final todo debe fluir hacia alguna parte y, en el caso de esta pareja, el antes y el después surge cuando Todd se enamora de Natasha Kovacs, la hija de su mejor amigo Dean. A partir de aquí entramos de lleno en un thriller psicológico donde las partes oscuras de cada uno emanan para tomar el control de sus situaciones, rompiendo con ello toda la apariencia de felicidad existente anteriormente. A través de la alternancia en los capítulos diferenciamos el cinismo de Él de la inoperabilidad y la resistencia de Ella, adentrándonos en sus mentes y, con ello, en los pensamientos y experiencias que se han enquistado a través de los años.

Todo esto fluye sin control, acelerando y desacelerando los ritmos de cada uno de ellos, que deben lidiar con sus diferentes personalidades o temples haciéndonos percibir el drama que se avecina y la incompatibilidad de sus razones, que colisionan una y otra vez incapaces de adecuarse al pasado de una ni al futuro del otro, perdiendo en el proceso toda esa apariencia de felicidad y realidad ficticia.

De este modo, al lector solo le queda involucrarse en todas estas vidas y comprender los argumentos de cada uno, profundizando y sondeando en sus mentes y experiencias para distinguir el calado de los protagonistas, el crecimiento y decrecimiento a lo largo de este proceso, las consecuencias de las deslealtades, la vulnerabilidad de uno sobre la fortaleza del otro y su escrutinio hasta lo más profundo, que los supura y deja vacíos. Es entonces, en ese proceso de deconstrucción doloroso, cuando el lector empieza a juzgar y empatizar con uno o con el otro, analizando si el resultado se ajusta a una justicia natural o si, por el contrario, es el camino más fácil y cómodo hacia su calentita zona de confort.

En su novela póstuma, A.S.A. Harrison nos adentra en un mundo de claroscuros donde la gama de grises inunda todas las páginas. Nos hace pendular de un lado a otro, dando y quitando razones cuando la ecuanimidad y la ética desaparecen tras fachadas y máscaras autoimpuestas por los personajes. Es difícil dar razones cuando se conocen los datos. A mi juicio, al final todos salen perdiendo de alguna manera, y ya se verá si aquellos que sobreviven serán capaces de construirse una realidad o una simple apariencia de la misma.

Una novela imprescindible.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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