En el corazón del bosque

Desde el momento que fue secuestrada, con apenas dos años, hasta la muerte de su secuestradora, superando la veintena, Yona siempre ha vivido en el bosque, con el único contacto humano de la señora nonagenaria que la robó de su cuna y de su acomodada familia dejándose llevar a través de uno de sus múltiples presentimientos: esa niña no podía vivir con la influencia de sus padres alemanes, su persona estaba destinada a realizar otra clase de cosas.

De qué alimentarse, cómo subsistir con lo que proporciona la naturaleza, cómo sobrevivir las heladas del invierno, cómo afrontar la realidad de la vida sin tener contacto humano más allá de la persona que le arrebató su anterior vida. Año tras año, aprendizaje tras aprendizaje, susurros en el bosque tras nuevos susurros... Hasta que termina por quedarse totalmente sola, en mitad de la segunda guerra mundial, con misiles resonando por los cielos, con judíos y guerrilleros rusos dando vueltas por sus zonas protegidas, con los alemanes pisándole los pies... sin que Yona tenga ni idea de lo que está sucediendo fuera de su pequeño mundo en el bosque.

Y el resto del mundo comienza a ser un poco más real y a adquirir mayor nitidez en sus contornos, con respuestas a preguntas que ella desconoce y con todos los conocimientos del bosque que aguarda en su experiencia.

Este libro parecía tener todo lo que podría haberme conquistado: una ambientación en la Segunda Guerra Mundial, una nueva perspectiva de la vida (o forma de sobrevivir) en los bosques por parte de los judíos, unos destellos de magia a través de los retazos de intuición de Yona y de los que tuvo su secuestradora. Pero todo se fue a pique por la forma narrativa en la que está escrita.

El narrador está en tercera persona, pero centrándose principalmente en Yona dando toques superficiales a su personalidad y mucho más lejanos al resto de personajes secundarios. Ninguno me ha conseguido encandilar, aunque haya algunos cuantos (pocos) que son redondos, el resto son más planos que una tabla de planchar: aportan lo que tienen que aportar, aparecen cuando tienen que hacerlo, hacen lo que tienen que hacer, sin más y sin menos; son muchos, pero apenas un par le importan al lector, porque solo son meros detalles desdibujados.

Hay muchas cosas que suceden porque tienen que suceder y porque a los personajes, a la historia y a la autora les convienen. Hay muchas acciones que no corresponden con lo que nos ha presentado su personalidad, actúan de maneras erráticas porque la historia lo requiere; personajes que aparecen por casualidad, que deciden dar un paso o recular a tiempo, que se sacrifican porque dejan de valer... Todo un popurrí de acciones que suceden una detrás de otra y que me han hecho suspirar de agotamiento porque no terminaban de aportarme nada, me ha dado la sensación de que ha sido una historia vacía, con personajes insulsos que han cumplido con su guion a rajatabla sin apenas dejarse llevar más allá de los límites.

Si he terminado por aprobar esta novela, ha sido por mostrarme una perspectiva distinta de los sucesos de la Segunda Guerra Mundial y porque, al fin y al cabo, aunque le falte carisma, Yona no ha sido una mala protagonista y me ha gustado su tenacidad.