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"La visión de la muchacha puso triste a su madre, no de manera imprecisa, sino por deducción lógica. Las dos vivían aún en la pobreza, esa camisa de fuerza de la que la mayor había intentado escapar tantas veces por amor a la menor. La primera había percibido desde hacía tiempo el celo y la constancia con que el espíritu de la segunda estaba luchando por abrirse paso en la vida; espíritu que ahora, en su año decimoctavo, aún seguía poco cultivado. El deseo -sobrio y reprimido- del corazón de Elizabeth Jane era, en efecto, ver, oír y comprender; cómo podía llegar a ser un mujer de grandes conocimientos y buena reputación -"mejor", como ella decía-. Esto era lo que siempre pedía a su madre; buscaba en la vida más cosas que otras chicas de su edad y condición, y su madre se lamentaba de no poder ayudarla en esa búsqueda".Había llegado a mis oídos que El Alcalde de Casterbridge no era el mejor Hardy. No lo sé, es el primero que leo y me ha encantado la forma de escribir del autor. Que sí, que la novela es un poco folletinesca, pero está tan bien escrita que me da igual. Henchard es un aparvador sin blanca buscando trabajo al que acompañan su mujer e hija, esta última casi un bebé. El señor Henchard no es precisamente un dechado de virtudes y le hace una barrabasada a su mujer de la que ya os adelanto que se va a arrepentir toda la vida. Y hasta aquí puedo leer. Los personajes de Hardy son muy extremos, quieren y odian a tope, intentan ser buenos pero no les sale, la inquina y sus propios intereses les pueden. Sólo la hija, Elizabeth Jane y el socio de Henchard, el escocés Farfrae, son buenos; pero lo son tanto, que parecen un par tontos que no saben por dónde les viene el aire. Thomas Hardy te atrapa, a mí me podría escribir la lista de la compra que me quedaría embobada con su prosa. Así de fenómeno es. Hace que mientras lees creas que estás en una posada de Casterbridge escuchando la última de Henchard. El esfuerzo lector es mínimo, pero eso en Hardy no es malo, al contrario.
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