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Es una novela en forma de crónica, escrita por una periodista argentina que supo, por una ONG, de los suicidios en cadena en la localidad patagónica de Las Heras, en la provincia argentina de Santa Cruz. Para su encuesta residió varios meses en la localidad con la finalidad de indagar sobre 12 suicidios en el espacio de año y medio (1997-1999). La mayoría de los casos eran jóvenes alrededor de 25 años, de familias modestas. Cuestionando incansablemente una y otra vez a parientes, amigos, colegas y allegados, trató de comprender el porqué de la decisión para vislumbrar si existía alguna causa local y letal. Poco a poco el lector va conociendo el entorno y las circunstancias de cada caso, siempre diferentes. Las Heras vivió de la lana hasta el año 1978 cuando comenzó la explotación del petróleo. Hasta esa fecha se vivía bien y en paz. Con la llegada del petróleo la población creció masivamente y empezaron los problemas laborales (desempleo), las violencias intra familiares, los embarazos en las menores, la prostitución, en un pueblo de 6000 almas cuya población se duplica siguiendo el precio del barril. Por otra parte, se trata de una fuente de trabajo intermitente, sin futuro asegurado, sin ofrecer la posibilidad de cursar estudios a los jóvenes que deben exilarse a lugares lejanos. Porque la idea de un futuro, aunque sea una ilusión, es lo que da un sentido a la vida y este libro plantea cómo lidiar con esa sensación perniciosa de falta de futuro. Todas esas familias desplazadas en pos de trabajo, pero sólo en tránsito, sin ningún arraigo emocional en la zona, con una falta de calidad en las relaciones, son familias que terminarán fragmentándose en la inmensa soledad de la pampa con ese viento huracanado pampino, casi el personaje principal de la historia,(…un viento amargo muele y arrasa a 100 kilómetros por hora y la tierra se desmigaja a 20 grados bajo cero). El país se interesó muy poco en los suicidios de Las Heras, poco se hizo e incluso se sumaron otros suicidios hasta 2004 (dice Leila Guerriero un lugar olvidado en el sur, que mira hacia un norte que siempre lo ha ignorado). Y la situación está muy bien analizada por José Kovalschi, psicólogo : en la Patagonia la agresión natural del paisaje y la soledad histórica aumentan la posibilidad de malestar, generando este tipo de salidas. Esto se repite en los pueblos con falta de arraigo, falta de calidad en las relaciones. Aparece todo lo erótico agresivo y empiezan a darse relaciones cruzadas. En esos pueblos la persona queda reverberando siempre en el mismo circuito, y encima con un alto nivel de prejuicio y de incomunicación en las familias, por el tema de la industria petrolera. Esta urbanopatía tiene como síntoma principal la pérdida del impulso vital. Hay un vacío, un dolor, y no hay sentido. Las personas que viven en un lugar como Las Heras están desprovistas de sentido. No hay un sentido de pertenencia. La gente no es de ahí, de esa tierra. Muchos vienen de otros sitios, y se habla del síndrome de la valija : la valija lista atrás de la puerta, para irse. Es notable que los suicidios producen mucha culpa en los que quedan, por lo que tratan de buscar explicaciones externas como en este caso la existencia de sectas o la existencia de listas secretas, las teorías conspiracionistas que nacen del lado irracional del caso. Un libro que impresiona por su posicionamiento : escuchar una y otra vez, sin interpretar la información para poder llegar a una conclusión. En este caso no hubo ninguna. Enlace: https://pasiondelalectura.wo.. |
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