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Siempre que leo segundas partes, trilogías, sagas… me da miedo que no me impacten tanto como lo hizo el primer libro. Con “Valle de nubes” no me ha pasado para nada eso. En esta novela acompañamos a Chris, que dejará Kinraddie (admito que me ha dado mucha pena dejarlo a mí también) e irá a Segger junto a su hijo y su nuevo esposo, el reverendo Robert Colquhoun, una pequeña ciudad que servirá a la novela para mostrarnos un retrato de la Escocia de entreguerras y los cambios que trajo. Con la Primera Guerra Mundial acabada, también vemos cómo termina ese mundo rural que había en la novela anterior. Segget es una ciudad donde la industria comienza a desarrollarse y, con ella, también los prejuicios y la división entre clases sociales: los trabajadores de los telares y el resto del pueblo. A lo largo de “Valle de nubes” asistimos a huelgas, piquetes, luchas entre clases sociales y los problemas de moral de un reverendo al que le asaltan las dudas cuando lo que esperan de él entra en conflicto con sus ideales. Y Chris sigue siendo maravillosa. Una Chris que nunca se olvida de dónde viene y que planta cara; que no deja de sufrir pero que se recompone y sigue adelante. Me ha encantado más si cabe en este libro. Algo que me ha parecido increíble del libro es cómo Lewis Grassic Gibbon nos guía a lo largo de todo él a través del cotilleo: el autor nos introduce en los pensamientos de los personajes y también en el rumor y cómo se va transmitiendo voz a voz, persona a persona; nos hace ir “saltando” de personajes en personaje y ha logrado que me sienta una más de las habitantes de Segget escuchando el qué dirán. Y todo ello, sin perder ese estilo tan lírico y evocador que le caracteriza. |
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