La historia triste de un hombre justo

Reconozco que nunca había leído una novela con elementos steampunk aunque sea un universo que haya explorado en otros ámbitos. Sin embargo, encontrármelo tan bien engarzado con ese Siglo de Oro español (en un mundo inventado, pero de clara inspiración al respecto) ha sido una sorpresa tan grata que, bajo mi punto de vista, convierte “La historia triste de un hombre justo” en una obra colosal con muchísimas posibilidades por delante. La fantasía que crea Ángel González Olmedo es completamente genuina y de una profundidad asombrosa. La densidad de información que nos ofrece puede abrumar si se busca una historia ligera; sin embargo, cada palabra y reflexión que aporta en su libro son claramente fruto de un extenso trabajo que nos transporta a un universo que, con esas raíces históricas, logra una atmósfera inédita y cuidada al detalle.

Dragos Corneli, hidalgo y bardo de Tierrafértil, lleva años viviendo como proscrito de Ísbar, la ciudad-estado más importante del mundo. Cuando se le reclama en el palacio imperial para llevar a cabo una delicada misión, no duda en acudir en pos de su título y su perdón. A lo largo de su investigación conoceremos las peculiaridades de lo que supone ser un armonizador (y especialmente uno de la talla de Dragos), así como sus verdaderas motivaciones en un contexto muy vigilado por las autoridades civiles, pero, especialmente, por el Santo Oficio.

En primer lugar, debo destacar la atmósfera tan cuidada que consigue el autor, hasta el punto de que en algún momento pudiera parecer que estamos realmente leyendo a un escritor del Siglo XVII. El vocabulario que maneja, florido y arcaico, es simplemente perfecto e incluso cuando inventa términos y los intercala con otros propios de esta época, despiertan la misma evocación y no desafinan dentro de un constructo tan cuidadosamente tejido. En este sentido, la obra tiene un humor especial, una gracia sarcástica que se transmite perfectamente a través de este lenguaje que, en boca de personajes lenguaraces y dados al insulto fácil, en ningún caso resulta vulgar ni ordinario. Por otro lado, la novela tiene un trasfondo muy claro de crítica social a través de reflexiones que merecerían una reseña aparte (muy destacables los pensamientos acerca de la justicia y la venganza) y esa sátira que reacomoda, de manera soberbia, instituciones actuales y de la España de la Edad Moderna, para presentárnoslas de forma descarnada.

Por supuesto, la propia historia funciona muy bien, mantiene una intriga típicamente detectivesca y política a través de esta pluma densa que nos sumerge en un mundo de palacios, tuercas, fanatismo religioso y, sobre todo, instrumentos musicales. El concepto de armonización y la composición de escalas que desarrolla el autor resulta simplemente explosivo. Conseguir explicar el funcionamiento de lo que pudiéramos considerar magia (o cómo incidir en el tejido de la realidad) a través de la música es algo magistral y se apoya en profundos conocimientos sobre esta disciplina, pero también sobre física (he podido detectar esbozos clave de la Teoría de Cuerdas pero también del Multiverso, etc). Creo que, gracias a sus espléndidas explicaciones (completadas con dos anexos al final del libro) y a esa ambientación histórica que nos resulta tan conocida, el escritor consigue acercarnos la fantasía a nuestra realidad de una forma que no había visto hasta la fecha. Únicamente queda añadir que tengo muchas ganas de disipar algunas de las incógnitas que deja tan latentes el autor como las escalas que compone el fascinante señor Corneli.