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La historia del mismo tiempo Toñanes es una aldea de Cantabria en proceso de desaparecer, como tantas otras. Sin embargo, Gómez Bárcena hace lo de siempre. La de cogerte de la mano y susurrarte una historia bellísima acerca de lo que menos esperas. Una historia sobre Toñanes, sobre la vida en varias épocas desde la prehistoria, el Imperio Romano e incluso nuestros días. Todo al mismo tiempo y entremezclado dejando en el centro algo común: Toñanes, o como quiera que se llame en el momento de la historia en cuestión. Lo hizo de manera sutil en Kanada y de manera manifiesta en Ni siquiera los muertos, pero donde realmente vemos el recurso es Lo demás es aire. ¿Un nuevo estilo? ¿Un nuevo género? Sólo el tiempo, valga la redundancia, nos lo confirmará. Lo único que tengo claro es que el tiempo, y sobre todo la memoria, siguen muy presentes en la obra del autor cántabro. Un punto de inflexión en el que el autor subraya su preocupación por los testigos de la historia, por quienes han transmitido el relato hasta el día de hoy. Musicalidad, calidez y mucho mimo del narrador Asistimos a la obra de alguien brillante. Algo inabarcable. Algo a lo que sólo podemos estar agradecidos y dejarnos llevar. Juan Gómez Bárcena es un narrador de prosa exquisita, capaz de estremecer al lector con pasajes emotivos como de hacernos sudar de puro terror. Un relato bien regado de recuerdos individuales: Lo demás es aire también es la historia del niño de los dinosaurios, del mozo y del madrileño. Todos la misma persona, ofreciendo perspectivas diferentes de Toñanes junto un gran surtido de personajes carismáticos y entrañables, cada uno a su modo. De este modo, Gómez Bárcena nos trae un relato colectivo, construido con las voces de todas las personas que alguna vez pasaron por Toñanes. Porque las cosas, según nos señala el autor, no han cambiado demasiado desde que hay registros históricos, incluso desde antes. Hemos cambiado nosotros, y con ello, la manera de abordarlas y de contarlas. Un libro para leer despacio, sin prisa y disfrutando. Una propuesta brillante para la que nunca tendré calificativos suficientes. Gracias, Juan, y, por favor, nunca dejes de escribir. |
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