Nuestras desdichas y monstruos internos probablemente solamente las conocemos y entendemos nosotros y nadie más. Aquellas personas que se atreven a contarlas, además de valientes, hacen bien a otros y ayudan a comprender que ciertos males tienen nombre, que nombrarlos hace que pierdan poder y que el dolor compartido nos aleja de la locura. Han tenido que pasar muchos años para que lo que Charlotte cuenta, tenga un nombre, una cura y sobre todo, comprensión. Y dicho esto, sé que poco he contado del argumento de este breve y aterrador relato pero es que ella lo narra infinitamente mejor que yo y merece mucho la pena leerlo, así que…
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