Llego con tres heridas

Las cuentas pendientes se saldan desde el origen. Hay que buscar el hilo del que tirar y desenrollar la madeja de sentimientos, relaciones y circunstancias que evolucionaron o se estancaron y que, de una manera u otra, nos hicieron ser como somos. Porque si no tenemos un lugar desde el que partir, ¿cómo sabremos cuál es el lugar al que queremos llegar?
Cuando ese lugar del que partir es tu padre, los motivos para buscar el origen no se ven tan claros. Porque duele. Duele demasiado. Duele no saber, no entender, no haber conocido su risa ni reconocer su olor cuando un hombre pasa por tu lado. Ni tener complejo de Electra se te permite. No has vivido con él más que unos meses. ¿Qué recuerdos vas a tener?
Pero los tienes. de una forma u otra, están ahí. Detrás de las palabras sueltas, escondidos entre sus amigos del pueblo, haciendo piruetas entre los silencios de los que saben lo que hizo.
En el silencio hay más información que en un millón de frases. El origen llama desde lo más profundo y sabe hacerse escuchar. Hay que ser valiente hasta para despedirse.