La vida ante sí

Una gran lectura. Pero en primer lugar, quisiera hacer alguna referencia respecto al autor, que merece ser tenida en cuenta, ya que firmó sus obras con diferentes seudónimos y entre ellos, el que nos encontramos en esta novela.

Por este motivo obtuvo dos veces el Premio Goncourt, primero con su nombre real, Romain Gary, y más adelante con Émile Ajar. Un caso inaudito que generó una gran polémica en Francia.

Autor de varias obras y guiones de cine , fue además director de películas y también actor. Después de una vida azarosa y de importantes cargos, acabó suicidándose en el año 1980 en su apartamento de París.

Pero vamos a su excelente libro, traducido al castellano como La vida ante sí, y es que realmente el protagonista es un niño que nos relata desde su mirada el mundo a su alrededor, y vemos La vida ante sí.

Es precisamente, desde la perspectiva de un niño como nos vamos introduciendo en las vidas bastantes marginales en un barrio de París, el barrio de Belleville, sobre los años setenta, donde la inmigración, la pobreza, la prostitución, la supervivencia y también el drama, son los focos esenciales desde donde observar una realidad perturbadora.

Sin embargo, a través de los ojos de Momo, así es como conocemos al protagonista y narrador, Mohamed, y de ahí Momo, también vamos a encontrar un enfoque a veces cómico, que tiene el poder de transformar esa oscura realidad en algo más tierno, más acogedor, más dulce, más amable.

Aunque sin dejar de lado la excelente crítica que a pesar de su mirada de niño, no deja lugar a dudas, hay una fuete crítica y repudio hacia la sociedad y los comportamientos humanos.
Esto es, según mi sincera opinión lo que hace que el libro se convierta en un poderoso y brillante exponente de excelente vida literaria.

Leemos, observamos, miramos y nos implicamos con el niño, con Momo, un niño musulmán, porque sus progenitores así lo decidieron, que vive con la señora Rosa, en un antiguo edificio y en un sexto piso.

Rosa, otro gran personaje, una ex prostituta, una mujer que acoge a los niños de las prostitutas a cambio de dinero, los atiende y los cuida.

Un personaje que, marcada por su propia experiencia, una judía superviviente del holocausto, vive preocupada y con temor de que pueda volver a ocurrir una situación como la que soportó, tan cruel y despiadada.

Sin embargo, con el niño, con Momo, tiene un comportamiento diferente al que mantiene con los demás niños que atiende, es el mayor de todos los niños que acoge y él se preocupa por todos, los ayuda, juega con ellos, se ocupa de los recados, y se ocupará, absolutamente, también de Rosa.

Y será con la señora Rosa, cuando ella lo necesita, donde volcará todo su apoyo, su ayuda, su afecto y sus cuidados. Será Momo el que la cuide y la haga feliz.

Es una historia muy dura, pero también abunda la ternura , el amor, la generosidad, la lealtad y todos los buenos y hermosos sentimientos que nos llenan de consuelo.

Y en realidad, nos llegan a través de las demostraciones, los sentimientos y los actos de Momo, el niño que supo, entendió y le dio a Rosa una despedida absolutamente inolvidable. Siempre lo recordaré.

También se percibe el temor a la muerte y, sobre todo, a la muerte en un hospital, tan frío y desangelado.

Una gran demostración de amor, de amor verdadero, es lo que nos transmiten las páginas de un libro que es narrado a través de la atenta mirada de Momo.

Y lo acompañaremos hasta el sótano, el espacio secreto donde la señora Rosa mantiene sus objetos y donde celebra sus ritos, y hasta allí descenderemos con Momo y la señora Rosa, como si fuese el último descendimiento para quedarnos en paz.

Una lectura, que yo he ido realizando muy poco a poco, no he podido leerlo seguido, lo dejaba y en otro momento y otro día, lo volvía a retomar porque en él las visiones, la reflexión y nuestro pensamiento no dejan de movilizarse.

Y por supuesto, con una excelente, oportuna y maravillosa forma narrativa, agudeza e ironía.

No lo dejen pasar. Es de los verdaderamente, buenos.