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Crítica de Paloma


Paloma
21 November 2021
Desafortunadamente, Santa, una de las novelas icónicas de la literatura mexicana, escrita por Federico Gamboa, me pareció un texto muy difícil de seguir, no tanto porque fuera complejo sino que me resultó en exceso largo, tedioso y con tintes moralistas que hicieron que no disfrutara la historia. Sin duda, entiendo que al momento de la publicación de la novela a principios del siglo XX, ésta resultara una innovación: escandalosa por su premisa –la caída de una joven prostituta – y al tiempo relevante al describir el crecimiento de la sociedad mexicana de la época con todos los vicios de la modernidad. Pero como varias críticas señalan, Santa no envejeció bien y hoy resulta, en mi opinión, una novela pasada de moda y aburrida.

La historia trata de una joven mujer, Santa, quien después de ser seducida por un militar es expulsada de la casa familiar, en donde vivía en un ambiente idílico y cobijada de los males del mundo. Pero su pecado hace que su madre y hermanos la repudien y termina en un burdel. Ahí cae en los excesos y los placeres de la carne y a pesar que un par de hombres le ofrecen de manera sincera un hogar y una relación, ella vuelve, por así decirlo, a revolcarse en el fango porque su alma ya está manchada. Esta es la trama y bueno – 300 hojas para contar esto me parecieron un exceso.
Para mí, el autor se pierde en demasiadas descripciones que le restan ritmo a la narración y que pudieron funcionar perfecto en una crónica, pero no en una novela. Salvo las primeras descripciones de la vida de Santa en Chimalistac (uno de los lugares que no he visitado en Ciudad de México), el resto de la información que Gamboa añade se vuelve muy tediosa conforme la novela avanza. Tan pronto estamos conociendo cómo Santa se siente ya dueña y señora entre un grupo de hombres que la complace en todo, el autor se desvía e incluye hoja tras hojas de cómo eran los bares en la época y el tipo de personas que los frecuentaban. Esto en sí no es malo, el problema es que en pasábamos 10 hojas en estas descripciones antes de volver a la acción de los personajes. En la última parte esto se volvió constante: tanto al conocer la casa de huéspedes de El Jarameño, un torero español que se enamora de Santa y la lleva a vivir con él, y de los personajes que habitan ahí, como cuando uno de los parroquianos es asesinado en el burdel y todas las mujeres son llevadas al juzgado a declarar. Fueron en verdad unas 50 hojas que no aportaron nada a la historia.

Asimismo, con todo y su extensión, me pareció que los personajes no fueron desarrollados en su totalidad y se quedaron más como figuras acartonadas, representando un cliché y no a una persona de carne y hueso. Honestamente, odié estos cambios de bando de Santa, quien primero se rehúsa a trabajar en un burdel pero después lo acepta y disfruta y al mismo tiempo, piensa que puede dejar esa vida. Creo que aunque Gamboa intentó crear un personaje más humano y darle voz a una mujer que se dedicaba a la prostitución (algo que sí hay que reconocer, era transgresor para la época), se queda corto y al final parece que una mujer caída en “desgracia” jamás podrá salir de esos ambientes sórdidos porque ya está manchada. El Jaramaño es el típico macho de la época, quien si bien amaba a Santa, es retratado como un español ruidoso, mujeriego y ambicioso y orgullos. Finalmente, Hipólito, el pianista ciego, también ama a Santa pero ella lo rechaza hasta el último momento. Sin embargo, el autor parece implicar que el “amor puro” de Hipólito purifica a la protagonista en sus últimos momentos ya que ella sola no hubiera salvarse y porque ese amor no es “manchado” por el sexo. En fin.

Fuera de los tintes de moralidad, que en cierta medida hasta pudiera dejar de lado, lo que más me molestó de la novela fue que tanta descripción hace que el ritmo de la narración decaiga y se vuelva pesado y aburrido. Si he de ser sincera, en la última parte me saltaba párrafos enteros de descripciones que no me importaban y que no impactaron la trama para nada. He leído que Gamboa era fan de Zolá, el escritor francés y, habiendo leído algunas novelas del periodo europeo, considero que Santa es un extremo de esta corriente del naturalismo que, contrario a ésta, resulta superficial.
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