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La vi en el escaparate de una librería cercana a mi centro de trabajo. No sé porqué me llamó la atención, ni el título (hace referencia a esas casas americanas, frágiles y vistosas por fuera y caóticas por dentro) ni la portada son llamativos. Días después leí una muy buena crítica en Babelia y el día del padre apareció por casa. Este autor, del que no tenía ni idea de su existencia, pese a ser ganador de dos National Book Award, me ha conquistado absolutamente con esta obra. La trama no es nada excepcional, toda la novela es dialogada, casi como una obra de teatro (un Tennessee Williams moderno que nos acerca otra vez a ese sur norteamericano, profundo, apasionado y contradictorio), pero el lenguaje, confuso, cortado, a saltos, es fascinante en su tremenda capacidad para transmitir emociones. En cierto modo me recuerda a Lobo Antunes. También aquí es el lector el que tiene que ir reescribiendo el relato a partir de las pinceladas que el autor nos va mostrando, muchas veces apiladas unas encima de las otras, o no terminadas o no definidas. La carectización a través de los diálogos de los personajes, inadaptados, siempre al borde del precipicio, es soberbia; el ambiente (toda la novela se desarrolla dentro de la casa) claustrofóbico; la sociedad retratada, absolutamente desquiciada; el final desesperante. |
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