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Dentro del terror, existe algunas propuestas que vienen a contarnos la misma historia de siempre pero desde un punto de vista menos convencional, lleno de originalidad y que aportan una frescura necesaria al género. Es el caso de esta curiosa novela, Baxter, en la que se nos presenta lo que podríamos denominar orígenes de un perfecto psicópata pero desde el punto de vista de…un perro. Tan solo con esta premisa ya el libro genera la suficiente curiosidad como para dedicarle toda nuestra atención. Pero, cuando comienzas a leerlo aprecias el acierto que ha tenido Ken Grenhall en derribar las limitaciones de un punto de partida tan estricto para diversificar su novela y poder conocer el día a día de varios de los habitantes del barrio en el que habita nuestro Baxter, sus miedos, sus relaciones con los demás y, sobre todo, las razones que les llevan a sospechar de que no deberían perder de vista los movimientos de ese perro. Esa manera de enfocar la historia convierte esta novela en una radiografía de una sociedad compleja, enfocada en la individualidad de cada uno de sus miembros en los que personajes como el propio Baxter no dejan de ser un mero reflejo de aquello en lo que nos hemos convertido los seres humanos. El perro nos mira, analiza nuestro comportamiento y se para a tratar de entenderlo aun sabiendo de la poca lógica de nuestros actos. al mismo tiempo que nos invita a liberar nuestro lado más animal para encontrar la manera más correcta de realizarnos en nuestra vida. Sin embargo, la realidad cotidiana de Baxter cambia cuando encuentra un espejo en el que reflejarse. Un personaje que, al igual que el mismo perro, no entiende de convencionalismos, de normas, de seguir los designios de una civilización que impide liberar nuestros instintos más primarios. Baxter encuentra a Carl o Carl encuentra a Baxter, y ven en el otro las infinitas posibilidades que ofrece una vida acompañados por alguien a quien entiendan. Toda esta serie de variantes, la sucesión de personajes que entran y salen en la novela, los sorprendentes giros en la trama, la ambición de Baxter y su encuentro con Carl se acumulan en apenas doscientas páginas que se devoran sin que apenas te des cuenta, destacando algún que otro momento terrible de los que quedan grabados en la memoria. Sin embargo, la escasa duración de la novela, unida a tantos puntos de vista, impiden esa empatía necesaria en una historia como esta, restándole el dramatismo necesario para poder redondear la propuesta. Por otro lado, los personajes no dejan de ser pequeños esbozos carentes de profundidad, cargando sus conflictos en una serie de clichés que parecen seguir los principios de villanos de manual, restando la terrible sugestión de que el mal que anida en cada uno de nosotros no necesita de ídolos para poder manifestarse. Aun así, la novela es divertida, no tiene reparos en mostrar la crueldad desde todos los puntos de vista posibles y te deja con un excelente sabor de boca por las implicaciones que se extraen de su desenlace. Una propuesta perfecta para estos días en los que lo único que uno necesita es una historia diferente que te invite a reflexionar acerca de lo que nos vuelve humanos sin que nos explote la cabeza. |
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