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Si comenzar las vacaciones de verano supone, para la mayoría de los niños, la felicidad más absoluta, para Berta (Greta en la versión original) es un auténtico incordio porque las pasa sola en un caserón que es la envidia de sus compañeros de colegio, aguantando los chistes sin gracia de su tío Eduard, al que no le importa repetirlos diez, cien o mil veces... ¡Si al menos tuviera un perro! Pero eso es totalmente imposible, si lo sabrá ella que se sabe las reglas de memoria, si, esas que están enmarcadas en el pasillo como si de una obra de arte valiosísima se trataran. No poner la radio con música del siglo XX, no invitar a muchas personas a la vez, que huela a ajo (¿será pariente de Victoria Beckham?), enanos de jardín... ¡Vaya estupideces! Pero sobre todo la regla número cuatro es la que más le molesta: Prohibido poseer animales vivos sin plumas ni alas. Ésta es la mayor estupidez de todas, porque al tío Eduard le da pánico todo lo que no sea su enorme y estúpido papagayo. Pero todo cambiará cuando la prima Búha (en realidad su nombre es Olga, pero sus enormes gafas le dan la a apariencia de un búho) llega para acompañarla en sus vacaciones y le propone convertirse en paseantes de perros, no porque a ella le entusiasme, si no para que su prima pueda acariciar, dar de comer, pasear y compartir su tiempo con unos cuantos perros, así parecerá que tiene uno... ¡Uno no, muchos! Hacer el cartel, elegir el anuncio, colocarlo en lugares estratégicos donde no los vean sus padres... ¿Qué puede salir mal? Una historia corta, muy divertida, ideal para los amantes de los perros y las rosas (de éstas también hay muchas), con el sello distintivo de Cornelia Funke, que todo lo que escribe lo convierte en éxito. Encantadoras las ilustraciones en blanco y negro al inicio de cada capítulo acompañando a la numeración, a pesar de ser escuetas son muy ilustrativas y chulísimas. Enlace: https://megustaestelibro.blo.. |
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