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Crítica de Guille63


Guille63
13 March 2023
Hay ocasiones en las que nos empeñamos en leer un libro hasta el final a pesar de lo poquito que nos está interesando. No nos atrae lo que cuenta y hay partes que hasta leemos en diagonal. Sin embargo, somos conscientes de que el libro es bueno, que tiene calidad, que podríamos disfrutarlo mucho más si otra fuera la historia. Este es en gran medida el caso de esta novela, pues solo el estilo de Fresán, su inteligencia para mezclar géneros, su cultura, su visión y su lucidez en las lucubraciones adyacentes al relato, me han mantenido pegado a sus páginas hasta el final. Mérito más que suficiente para que le otorgue las tres estrellas.

Gran parte de la novela, si así decidimos clasificar la obra, es la biografía de James Matthew Barrie, exitoso escritor de su época y mundialmente conocido por ser el creador del personaje de Peter Pan. Todo gira en torno a esta biografía, columna vertebral del collage que es esta narración en la que se mezclan y se enlazan dos épocas, la victoriana y los Swinging Sixties, para resaltar la trascendencia de la infancia en la construcción de nuestra personalidad y, de paso, homenajear a la literatura, la infantil particularmente, y el oficio de escritor.

“La infancia no es otra cosa que el fantasma de nuestra adultez: algo que ha muerto pero que se niega a abandonarnos y que, de golpe, se materializa al final de un corredor agitando cadenas.”

Todo ello se constituye en novela gracias al paralelismo y la ligazón que el autor establece entre la biografía real de J.M. Barrie y la ficticia del narrador, Peter Hook, un famoso escritor de libros infantiles que comparte con el autor británico la experiencia de la muerte de un hermano a edad muy temprana. Y aquí radica mi problema con el relato. No importándome apenas nada la vida de J.M. Barrie, se me antoja muy forzado e insuficiente el embalaje de la misma con la confesión de Peter.

“La revelación de que los seres más amados son y serán, siempre, aquellos que no crecen, que nunca crecerán… los muertos que con el tiempo se convertirán en el ideal reescrito por los vivos.”

Con mucho, la parte que más me ha interesado ha sido el homenaje que se hace al poder de la literatura, sobre todo a la leída en la infancia, y a esa emoción que se siente, “esa sutil vibración de todo lo que nos rodea cuando leemos por primera vez una frase que jamás se nos olvidará”. El poder que la literatura tiene para aislarnos o alejarnos de la realidad, aunque sepamos que cuando la escapatoria se nos hace realmente necesaria su poder es insuficiente.

“Me dediqué a leer y a escribir libros infantiles para olvidar mi infancia… yo vivía adentro de mis libros para no vivir afuera de ellos. Todos mis recuerdos se remontan al duro ejercicio de anular mi memoria.”
Y junto a ello, la maldición y el milagro del oficio de escribir (“Ser escritor no es una opción, es un destino.”) y la posibilidad de evitar la desdicha de que todo lo que uno vivió y recordó a lo largo de su vida se pierda en el olvido.

“Me consagré a ese virus -la literatura- cuya misión apenas secreta es la de matar la realidad y aniquilar la infancia, sustituyéndolas y mejorándolas todo lo que se pueda hasta convertirlas en historias inmortales que jamás envejecerán."
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