Leandra, una joven editora de éxito, vive una suerte de crisis existencial cuando la muerte de una de sus tías la anima a dar un giro a su vida para intentar redefinirse. Un cambio que va a venir marcado por dos elementos clave: su amor por los perfumes y sus recuerdos de infancia en la localidad asturiana de Colunga. El verano que volvimos a Alegranza tiene poco más de 200 páginas y se lee en un suspiro, una novela en la que las historias de familia tienen un gran peso específico y en la que el verano es una referencia constante. Esas historias con peso específico propio que vuelven una y otra vez, por más que tratemos de enterrarlas, condicionando de una u otra manera a generaciones posteriores. Alegranza en este caso es sinónimo de infancia, de felicidad, de veranos en libertad y sin preocupaciones: el lugar al que volver cuando necesitas encontrarte a ti misma, descubrir quién eres en realidad y a qué quieres dedicar tu vida. Y tú, ¿estás de acuerdo conmigo y con Maria Fernández-Miranda en la importancia de la memoria olfativa? Enlace: https://www.instagram.com/p/.. |