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Considerado el creador de la moderna literatura policial y criminal japonesa, Edogawa Ranpo, presenta en este libro al que va a ser uno de sus personajes emblemáticos: el investigador Kogoro Akechi, dominador de las artes del disfraz y la deducción, considerado el detective más famoso de Japón. Sin embargo la coprotagonista de esta historia no le va a la zaga, pues Lagarto Negro, la camaleónica señora Midorikawa, es una cruel ladrona y asesina que nada tiene que envidiar al prestigioso detective. ¿Quién ganará en este juego de talentos? Y de eso se trata en realidad, de un juego, una competición entre ambos. La excusa es un secuestro, la recompensa un diamante, el objetivo ganar al otro. Todo ello hace que Ranpo advierta, juegue, retuerza al lector con pruebas, engaños, falsas deducciones hasta el infinito, o más. A mi me ha resultado cargante, la verdad, sobre todo (y esto ya no se si se debe a la traducción) la risita floja, ¡Ji, ji, ji!, de la perversa dama. Aunque reconozco que los últimos capítulos resultan interesantes, y el hecho de que fuera una novela por entregas (muy usual en la literatura japonesa) obliga a ese repetitivo recurso de dirigirse al lector: los lectores lo saben muy bien, los lectores, sin duda, recordarán también... Yo, desde luego, y esto es algo muy personal, no le daría a este libro el Premio Edogawa Ranpo a la mejor novela de misterio del año. |
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