Where angels fear to tread

Al volver a leer cualquier libro de este impresionante autor, quien muy para mi pesar abandonó la ficción en sus últimos 46 años, obtengo mayor placer lector, me reafirmo más y más en mi apreciación de su obra como la culminación de la novelística "clásica" inglesa, de esas piezas que desdeñosa y cariñosamente llamamos "de tacitas". Para mí no hay nadie mejor, nadie comparable, y pocos a su altura.

Pocos son capaces de ofrecernos unos diálogos tan vacilantes, tan vacilones, tan enrevesados que a veces (sin llegar a los mil y un James) debes volver los pasos tras un sonoro WTF! mas, siempre rutilante, te sorprende con una carcajada o, cuando menos, una asombrada visión de cómo somos los humanitos, cómo vamos construyéndonos nuestras verdaditas, cada quien las suyas, por favor.

No acepto la común opinión que sea aburrido, con mucha descripción y poca acción. Los hechos, bastante terribles en verdad, permanecían en mi memoria cuarenta años después, si bien admito que no recordaba a Lilia mordiendo el polvo del camino aquel anochecer. Las descripciones son brevísimas (y estamos hablando de un viaje a Italia, eh!); otra cosa es que no sigan líneas de puntos, y sean fecundas y sugerentes como aquí.

Cierto que es su primera novela, con dudas y recovecos pero, cuando partimos una vez más hacia Monteriano para amar, maquinar y despreciar, cuando asistimos a esa festiva Lucía di Lammermoor, cuando huimos en ese carruaje en la noche lluviosa, por el bosque plagado de violetas... ¡Allá vamos, con nuestra atrevida ignorancia, a donde los ángeles temen aventurarse!