La flor de Lis y el león

No se puede detener el tiempo.
Ni siquiera la magia de Druon es capaz de ello. Y mira que lo ha intentado, pero su sexto volumen no puede evitar la condena. El tic tac del reloj de la vida es indestructible.

La flor de lis y el león es un libro de despedidas, tantas que como lector ya siento cierta melancolía incluso o, sobre todo, hacia los más malvados.

Siglo XIV, año 1328. Carlos IV fallece sin descendencia. ¡Otro más! ¡Maldita sea la hoguera de Jacques de Molay!

No hay problema. Roberto de Artois, erre que erre, pondrá de regente a Felipe de Valois, con la intención de ganar apoyos para recuperar los condados que si tía Mahaut, no suelta ni a punta de espada.

El bebé póstumo de el cuarto Carlos sale niña y al ser mujer, Francia termina con la dinastía de los Capetos coronando a su regente como Felipe VI, el rey encontrado.

Por otro lado, en Inglaterra, Eduardo III, espabila. Pone a su corte patas arriba y cree a pies juntillas los cantos de sirena de que Francia es suya por derecho.

La tonadilla y la "bravura" de ambos monarcas devendrá en una pequeña riña de patio de colegio. Nada, poca cosa. Por la guerra de los cien años se le conoce.

Intrigas, ambiciones personales, rivalidades, picaresca y mentiras serán las herramientas de los titiriteros que llevarán a ambos reinos al desastre que toda guerra conlleva.

Un libro casi perfecto, al que solo soy capaz de sacarle punta por la precipitación y poco protagonismo de Juan el Póstumo, destino que Druon condena a un epílogo que más bien parece la solución a un descuido.

Sin embargo, la obra es immensa, muy por encima de las anteriores por todo cuanto acontece y por un personaje que sobresale por encima de todos: Roberto de Artois, rey de reyes de la intriga en beneficio propio y al que el autor le dedica unas palabras en la propia narración.

Advertidos estamos por muchos de que el cierre de la saga no merece la pena.
Pero, llegados a este punto...¿Cómo renunciar a ella?
Es imposible.
Sin duda, uno de los mejores libros leídos este año, y además, muy bien acompañado.
Va para premio Rafaguillo. Ahí lo dejo.