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Tras la muerte del general comunero Juan de Padilla su mujer, María Pacheco, asume el mando de la sublevación de las comunidades de Castilla. Con este nuevo papel, María se convierte en el objetivo principal para ser eliminada, costase lo que costase, y comenzó a granjearse enemigos, a la vez que fue la cabeza visible y viva de la revuelta. Ahora, en 1526, exiliada en Portugal es visitada por su hermano, Diego Hurtado de Mendoza, y, con una partida de ajedrez, rememoran todos los acontecimientos ocurridos en la Castilla de comienzos del siglo XVI. La historia comienza con el clérigo Juan de Sosa portando una arqueta. Esta contiene los restos de María Padilla, aquella enemiga que el emperador no pudo juzgar en vida. Su misión es llevar los restos de su señora para ser enterrada junto con los de su marido en un lugar secreto. Tras esto nos remontamos a 1526, con una María ya en el destierro en Portugal. Esta novela relata de forma magistral un episodio un tanto olvidado quizás de la historia de nuestro país, ocurriendo en los reinados de Juana I de Castilla y su hijo Carlos I. de hecho, tenemos un capítulo con la reina como protagonista, algo que me ha encantado por mi fascinación por esta figura histórica muy incomprendida y trasladada a las sombras a la fuerza. La trama refleja esa sublevación en favor de la reina legítima, Juana I, mal llamada la Loca, pero también una protesta por el abuso del poder real e incluso de los continuos saqueos de la tropa flamenca que acompañaba al rey Carlos I. Esto motivó que gran parte de la alta clase castellana se uniera con un mismo objetivo. La novela está muy bien documentada, ofreciendo al lector muchos datos reales, siempre sin caer en el agotamiento. Una historia donde cobra vida tantos personajes históricos de sobra conocidos, a la vez que llena de intrigas políticas y batallas. La narración también es excelente, con un ritmo pausado pero constante, con muchos momentos altos. |
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