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Crítica de Guille63


Guille63
19 March 2023
“… mi infancia… la biblioteca del alma de la que extraeré saber y experiencia por el resto de mis días.”

En efecto, Ditlevsen es un ejemplo magnífico de aquello que tan acertadamente decía Rilke: «La verdadera patria del hombre es la infancia». Una patria que desgraciadamente Tove habitaba como un bicho raro, y por lo que era motivo de burla entre sus compañeros de colegio y sermoneada frecuentemente por sus padres, en la que vivía sabiendo que por ser niña nunca podría ser poeta, su gran sueño, en la que recibía palizas continuas de su madre. Sus únicos consuelos eran la lectura, la poesía y Dios, y pensaba en la muerte como un ángel complaciente vestido de blanco.

“La infancia es larga y estrecha como un ataúd, y no se puede escapar de ella sin ayuda… nadie escapa de la infancia que se te adhiere como un olor.”

En esta parte inicial, Ditlevsen cuenta con una sincera naturalidad y hasta con ironía y humor como tuvo que parapetarse tras una máscara de estupidez fuera de casa y tras una coraza impenetrable dentro de ella y así poder sobrellevar una relación “estrecha, dolorosa y trémula” con su madre a la que no lograba complacer jamás.

“Yo creo que solo quiero a la gente si se interesa por mí.”

Tal fue la experiencia de su niñez que el resto de su vida no fue sino una continua huida de la realidad, primero a través de la escritura (“lo único para lo que sirvo, lo único que me absorbe y me apasiona, es construir frases, formar grupos de palabras”), más tarde gracias a los fármacos y, tanto en un caso como en otro, utilizando a los hombres que le facilitaban esas vías de escape y a los que parecía querer únicamente por ello.

“Me fijo en los perros, en los perros y en sus amos… llevan una correa larga y sus amos aguardan pacientemente cuando un olor interesante entretiene al perro. Ese es el amo que yo deseo. Esa es la vida que me iría a mí… Yo me parezco a esos perros [sin dueño], desgreñada, confusa y sola.”

Tras este magnífico inicio, toda la parte central —el final de Infancia, la mayor parte de Juventud y la primera mitad de Dependencia— es bastante más plana, un poco como ella describía su vida, “como un redoble antes de un solo”, después descubriremos lo brillante que es el solo.

Posiblemente ese parapeto que erige entre ella y la realidad (“Puedo llorar cuando veo en el periódico la foto de una familia que ha tenido la desgracia de verse en la calle, pero esa misma escena, tan cotidiana, vista en la realidad no me conmueve”), esa frialdad que rodea todo lo que cuenta, desde lo más trivial a lo más vergonzante, produce un cierto distanciamiento con el lector, al menos lo consiguió conmigo. Tanto es así, que me llamaba más la atención todo lo que callaba que lo que expresamente decía: las referencias a los años de guerra y ocupación nazi apenas ocupan más allá de una página en toda la novela, pasa casi de puntillas sobre lo que siente tras sus abortos, nada o muy poco hay en estas páginas acerca de la celebridad que tuvo que llegar a ser como escritora, siendo muy curiosa la forma en la que se describe, una joven sin apenas educación, ignorante de casi todo y sin muchas ganas de dejar de serlo, a la que no parece interesar nada que no sea escribir. Sus aspiraciones, más allá de sus poemas y novelas, eran como las de cualquier jovencita de la época, tener un hogar, un marido al que le entusiasmaran las chicas rubias de pelo largo y un hijo.

“De pronto es un hecho, Inglaterra le declara la guerra a Alemania… ¿Publicarán ahora mi poemario?... me siento incapaz de odiar a los soldados alemanes que taconean por las calles. Bastante atareada estoy con mi propia vida y con mi futuro incierto como para pensar también a nivel nacional… para mí son buenos tiempos. Voy a casarme, tengo un hijo, tengo un marido joven al que amo…”

Por el contrario, la segunda parte de Dependencia es, perdónenme el cliché, una bajada a los infiernos de la drogadicción justamente más impactante cuanto mayor es esa frialdad, naturalidad y sinceridad que antes solo consiguió distanciarme. Un relato estremecedor de lo que significa perder completamente el control de su vida.

“¿Y si le dijera la verdad? ¿Y si le contara que me he enamorado del líquido claro del interior de una jeringuilla y no del hombre que era su propietario?”
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