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Con “Solas” he hecho algo que no hago nunca, y es empezar una serie por la mitad. Aunque “Solas” y “Justicia” (primer libro de la serie) son historias independientes, comparten protagonista, Osmany Arechabala y, aunque en algún momento sentí que me estaba perdiendo algún pequeño matiz del personaje, eso no impidió que disfrutase de la novela igualmente. “Solas” se enmarca dentro de ese subgénero que es el EuskalNoir y que tantas alegrías ha dado a la novela negra española en los últimos años. Osmany Arechabala, un ex militar cubano que vive en Bilbao (el motivo que le lleva hasta allí se encuentra en la primera novela), recibe el encargo de investigar la desaparición de la hija de un compatriota. Sus pesquisas le llevarán junto a la suboficial de la Ertzaintza Nekane Gordobil hasta la comarca de Las Encartaciones, donde la desaparición de otra mujer amenaza con sacar a la luz los secretos del pasado. La historia se compone de varias tramas y subtramas que avanzan de forma paralela y que, tarde o temprano, están abocadas a entrecruzarse. La ambientación de la novela es de 10. El autor consigue trasladar al lector al corazón del País Vasco, en el que la belleza del paisaje contrasta con la dureza de la vida en la zona y las amenazas y peligros inherentes a la propia orografía. Retrata a la perfección esas comunidades cerradas en las que el carácter hostil de algunos de sus habitantes dificultan enormemente cualquier tipo de investigación, haciendo que el hecho de que una mujer que viva sola desaparezca sin dejar rastro de la noche a la mañana pueda pasar completamente desapercibido. A través de la niebla, la lluvia y esos pequeños pueblos escondidos entre las montañas, en los que el caserío más cercano puede encontrarse a kilómetros, el autor transmite esa de sensación de opresión que el propio aislamiento genera en algunos de los personajes. El personaje de Nekane protagoniza una subtrama que me resultó de lo más interesante, ya que en ella se refleja perfectamente la rebeldía de la adolescencia y la pérdida de comunicación entre padres e hijos, hijos que creen saberlo todo sobre la vida hasta que llega ese “algo” que les demuestra que no es así. La novela presenta un ritmo constante durante la mayor parte de la historia, desgranando los secretos que esconden las montañas de forma inteligente, manteniendo el interés del lector hasta llegar a un final en el que, ahora sí, el ritmo se vuelve mucho más frenético y visual, con algún momento de esos que te dan un pellizquito y dice “ay, no…🥹”. La trama, la ambientación y los personajes conforman en conjunto una historia muy sólida, en la que todo indica que habrá una tercera entrega. Mientras ésta llega, Osmany y “Justicia” me esperan. |
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