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Crítica de Guille63


Guille63
12 March 2023
Didion publicó esta su primera novela en 1963. Un gran año literario este en el que nací y por el que comparto quinta con obras como La campana de cristal o La ciudad y los perros, El coleccionista o La mala hora, Opiniones de un payaso o mi queridísima Rayuela. No está nada mal. Pues que sepan que esta que ahora comento no desmerece la compañía de tan grandes obras a pesar de ser, como digo, una primera novela.

Río revuelto nace en un disparo y desemboca en otro, y por sus aguas navegan algunas de las obsesiones de la autora, como son la tradición, la familia, el matrimonio, el aborto, la indolencia ante la vida, la incapacidad de sobreponerse a ella. En su transcurso, entre 1938 y 1959, nos va mostrando la decadencia de unos seres demasiado débiles para mantener a flote el modo de vida que instituyeron hace demasiado tiempo aquellos pioneros que se establecieron en California y que a finales de los cincuenta estaba ya en franco desmoronamiento. Un modo de vida en el que la apariencia debe oscurecer cualquier tacha, en el que el universo entero se sustenta en la figura paterna que rige con mano férrea los destinos de cada miembro de la familia y ante el que es muy difícil rebelarse, y al que, no obstante, se le considera el más seguro de los refugios. Un modo de vida en el que las mujeres tenían que ser desacostumbradamente fuertes para no sentirse desvalidas y desorientadas o poder conducir sus vidas sin depender para todo del padre, el marido o el amante.

Didion, con una prosa despojada de todo adorno inútil, directa y distante, se limita a mostrarnos una sucesión de escenas, sin orden temporal, con las que el lector deberá ir dando consistencia y unidad a las personalidades de sus cuatro personajes, Lily, Martha, Everett y Channing, todos ellos atrapados en el romanticismo de unos valores trasnochados. Ninguno de los cuatro personajes estaba preparado para manejar su vida, para llenar el vacío que, a su manera, todos sentían, para tomar una decisión que pudiera sacarlos de la corriente del río que formaba la suma de todas las elecciones pasadas.

“Todo parecía igual de ineludible que la maduración de las peras, igual de predestinado que el destierro del Edén.”

Lily era la niña a la que su padre ya no podía proteger de más equivocaciones, la mujer siempre preocupada por agradar, por ser deseada por hombres que en realidad no le interesaban, por ser “la princesa de la torre”, una jovencita acostumbrada únicamente a consentir, insegura en las relaciones sociales (“Alguien le aguanta la puerta a Lily en una ferretería y ella ya piensa que tiene entre manos una situación muy complicada”) e incapaz de saber lo que realmente desearía hacer con su vida y por la que solo querría dejarse llevar indolente y feliz por un hombre merecedor de su entrega.

Martha McClellan, hermana de Everett, con el que mantiene desde niños una relación ambigua, es de una fragilidad muy diferente a la de Lily, una mujer enérgica que no sabe cómo conducir y a qué destinar su vitalidad y que termina junto al hombre menos conveniente, Ryder Channing, un ser sin honor ni respeto por nada ni por nadie, un fracasado que termina siendo el catalizador de todas las tragedias de la familia McClellan.

“Ryder Channing había anunciado en tono beligerante que les debía dinero a cinco de los diez hombres presentes en la sala, a Lily le vino a la cabeza la idea de que ella se había acostado con siete de ellos, y que en cuatro casos no se acordaba exactamente de cuándo ni de dónde.”

Y Everett, el hombre que pensaba “que el mundo era un lugar bueno y noble y dulce y valiente, un lugar de múltiples posibilidades para la fe y el honor y la gracia de los placeres cotidianos”, y que se ve imposibilitado para ocupar el puesto de su padre en sus tierras y el del padre de Lily en su matrimonio. Imposibilidades que le angustian, temiendo siempre la catástrofe inminente que acabe con el rancho, sufriendo constantemente la frustración de no poder ser el sostén que precisa y reclama su familia, incapaz de proteger a su hermana, de mantener alejada a LiLy de los otros hombres, acaba repudiado hasta por su hijo. Su última decisión… su penúltima decisión ejemplifica perfectamente su gran fracaso.

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