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Crítica de Yani


Yani
16 March 2018
Otra vez me veo en la tarea de reseñar libros inconclusos sin ser muy específica y, a la vez, sintiéndome ridícula por no serlo. El misterio de Edwin Drood tuvo la mala suerte de quedar trunco por el fallecimiento de Dickens, a pesar de que luego muchos aventuraron el nombre del asesino (¡imposible no hacerlo!). Dickens dejó justo ese espacio para rellenar, en la parte en donde todo parece encaminarse hacia el nombre del culpable y después… el abismo. No hay nada. En esta edición, al menos, añadieron una nota en donde exponen las conjeturas de los críticos. No sabría decir qué tan útil puede llegar a ser aunque tiene un par de teorías interesantes porque están basadas en detalles que Dickens tenía anotados (obviamente, él ya tenía pensado todo). Y hablando del libro en concreto: podría haber sido una muy buena novela policial, en donde tal vez se vean los hilos desde el principio y eso haga quejarse al lector, pero que plantea las cosas de modo diferente.

La historia se centra en John “Jack” Jasper, un cantante de la catedral de Cloisterham, una ciudad cuyo nombre está inventado, que tendrá como visita a su sobrino Edwin Drood. Este joven está comprometido por un acuerdo entre otras personas con una chica, Rosa Bud. A la vez, esta muchacha es pupila de Jasper, quien le da clases de piano. Cuando llegan dos misteriosos hermanos (Neville y Helena Landless) a la ciudad, las cosas empiezan a tomar forma y las relaciones entre ellos no serán iguales.

Y un día Edwin desaparece, no se halla su cadáver y sólo se encuentra su reloj. El móvil que se esgrime para acusar a los sospechosos es un poco infantil y no me lo creí del todo, a pesar de que esas situaciones sigan dándose en la época actual. Es decir, no me pareció que tuviera fuerza suficiente. Sin embargo, Dickens creó a un personaje lo suficientemente perverso (no revelo el nombre para no arruinar nada) como para que una niñería pasara a ser algo demasiado serio. Dickens puede usar todos los deus ex machina que quiera y hacer aparecer personajes de la nada, pero lo arregla con una sola cosa: sabe contar el cuento. Las descripciones largas no están en vano y no cansan, ya que son muy bonitas de leer. Los narradores de sus historias son mis preferidos porque tienen sangre en las letras (¿?) y denuncian, ironizan, ridiculizan. Puede que los libros sean larguísimos en su mayoría, pero los devoro como si constaran de 15 hojas. Y digo todo esto porque El misterio… no es la excepción. Si bien le pueden faltar arreglos (seguramente que sí) y el aclamado final, la historia engancha. Sí es cierto que desconcierta con capítulos que parecen estar por fuera del eje… y en realidad no lo están, mucho menos en una novela policial.

¿Por qué me pareció un policial diferente? Porque no hay un detective y no hay un curso normal en la investigación del crimen. Esta novela no se asienta en el trabajo de las autoridades, prácticamente, si no en la de personas particulares y existe un entretenido desorden en ello. El asunto se complica cuando alguien da vuelta el tablero (y me sorprendió) y la trama se empieza a mover con más rapidez. Debido a esto, los personajes deben tomar decisiones y ven sus vidas afectadas por la desaparición de Edwin, de un modo u otro.

Los personajes están bien y pueden sonar un poco típicos. La muchacha abnegada, el muchacho arrogante, el hombre bondadoso pero solitario, el lobo con piel de cordero, el desconocido que llega al pueblo. Lo bueno es que todos cumplen un rol y algunos me hicieron cambiar la opinión que tenía de ellos en medio del libro, así que funcionó que tomaran resoluciones tan bruscas (otra cosa a la que estoy acostumbrada).

En fin, no quiero seguir hablando para que no se escape nada comprometido del argumento. Leer un libro inacabado es extraño: a mí me dio lástima porque me estaba gustando mucho y se corta en un momento que ni siquiera es parte del clímax. Es una escena común y corriente (y esto no es spoiler, obvio). Así que siempre hay que decidir si vale la pena hacerlo porque puede dar la sensación de estar perdiendo el tiempo en una historia que no cierra, salvo gracias al lector que desea completarla. Lo tomé como un juego, aunque sea frustrante.
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