Nunca en mi vida había visto una ucronía tan mal aprovechada. Que sí, que el libro puede tener su gracia, pero hablamos de un libro que ganó el premio Hugo en 1963. Pues yo, sintiéndolo mucho, y también disculpándome a los fans, sólo puedo decir que no me he enterado de mucho. Voy por partes, y lo marco como spoiler porque sé que voy a hablar demasiado, así que no leáis esta reseña si no habéis leído el libro: Para empezar, la idea me parece brillante: qué hubiera pasado si los nazis hubieran ganado la guerra. Me parece una alternativa interesante de la cuál se puede decir no mucho, sino muchísimo. Sin embargo, el autor toma la decisión de basar la trama en... ¿falsificaciones de arte americano? Vaya. Más bien me ha parecido una trama para exaltar el ego americano. Pero, espera, que no queda ahí. Hablemos de los personajes. Tenemos a dos japoneses: uno al que le gusta coleccionar objetos americanos donde busca el “wu” y el... ¿”wabi”?, ni idea, en los objetos, y otro, político; el coleccionista que nunca sabes lo que dice; dos falsificadores que parece que van a dar bombo, pero no; un espía que habla sin sentido; una chica que sólo tiene pensamientos irracionales e ilógicos (me pregunto si el autor conoció a alguna mujer en su vida), y el autor, no tan anónimo, que escribe un libro sobre qué habría pasado si EEUU e Inglaterra hubieran ganado la guerra; un libro prohibido, pero, oye, que se vende en librerías, y no sólo eso, si no que todo el mundo sabe dónde vive el autor, incluso los alemanes y los japoneses. Vaya, que cualquiera puede llamar a su puerta a pesar de la valla electrificada y dispararle. ¡Hasta su número aparece en el listín telefónico! Por cierto, de ahí viene el título de la novela, lo cual me parece absurdo porque este personaje sólo sale al final, casi de rebote, y el libro en cuestión tampoco sale mucho. Bueno, ¿y todos estos personajes tienen relación entre ellos? No. Para nada. Solamente unos cuantos interaccionan entre sí. Juro que pensaba que en algún momento todos convergerían en el autor que vive en el “castillo”, pero no. El político japonés y el coleccionista se pasan toda la novela en un discurso político interno del no se entiende ni papa; los falsificadores no hablan apenas de nada; el espía tiene unos cambios de ánimo para alucinar, y... la maravillosa mujer que puede resumirse en: “Tengo miedo, creo que va a pegarme. Me compraré un vestido y me arreglaré el pelo. Vaya, está de mal humor, ¿me pegará? No entiendo qué quiere de mí (llora y grita, tiene un ataque histérico de la leche). Me va a matar. ¡Oh, por favor, no lo hagas! ¡Ah, es verdad! Se me olvidaba que sé karate y puedo defenderme. Pero qué tonta soy”. En fin, no puedo decir que tiene demasiadas subtramas por resolver porque no es verdad. Simplemente creo que el autor parece contar un pasaje de la vida de los personajes y luego termina el libro tal cual lo empezó. Creo que es la primera vez que leo un libro sin introducción, nudo y desenlace. Definitivamente, este libro me ha desmoralizado. Tenía muchas ganas de leerlo porque la premisa me parecía realmente interesante. Una pena. |