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Es la primera vez que leo a esta autora y me ha gustado bastante. No al nivel de Lemaitre, pero es una lectura amena y con mucho suspense. Los capítulos son muy cortos y siempre terminan con ese tipo de intriga que te hace decir "son las tres y media de la madrugada pero venga, va, un capítulo más y a ver qué pasa". Blanche Barjac es una mujer adulta con una vida bastante anodina excepto por el hecho de que su profesión es un tanto curiosa: Blanche limpia escenas del crimen. Pero no para el CSI ni nada de eso, no... Limpia los cacaos maravillaos que se montan los asesinos de París y es tan eficaz que lo mismo te limpia una alfombra que te esconde un cadáver en su congelador media semana antes de deshacerse de él. Eso sí, la señora es precavida y siempre guarda pruebas de todo, no vaya a ser el demonio que la metan en un marrón y se la líen pardísima... Y claro está, todo esto lo aprendió de su padrastro, del que tomó el relevo en la profesión cuando este se retiró. Un día, limpiando una escena para uno de los asesinos más top, vuelve a casa y se encuentra el pañuelo que llevaba su madre cuando se suicidó dentro de su maleta y como su madre había ido deteriorándose mentalmente hasta llegar al suicidio, ella empieza a pensar que se le está pirando la pinza... Así que nada, pide ayuda a un "hacker" o lo que ella creía que era un ingeniero informático pero es un comedoritos que vicia al pc fumando maría todo el día, así que en ese aspecto no será de mucha ayuda, pero lo que es apoyo moral, el chaval le da un rato. Vamos, que el libro es un ir y venir de "estoy loca!", "nooo, no lo estoy!", "ostras, pero que sí, que no regulo", "no, a ver, céntrate que esto está todo en orden" y de la pobre mujer recitando Estados de Estados Unidos por orden alfabético para volver a hilar el carrete, mientras tratamos de descubrir al chantajista. Que oye, el final hasta te sorprende y todo. Merece la pena dedicarle una tarde, que se lee bien rápido. |
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