Viejas historias de Castilla la Vieja

Desde la perspectiva que da casi medio siglo, Isidoro nos relata su partida del pueblo castellano en el que se crió y del que un día decidió volar para irse a estudiar a la ciudad.
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Las anécdotas y recuerdos se funden entonces con el paisaje y sus gentes, con la naturaleza y las creencias y tradiciones. Cuando vuelve cuarenta y ocho años después, una mano de pintura cubre las manchas de humedad que el tiempo ha sabido acrecentar, pero en el fondo, el pueblo es el mismo.
'Viejas historias de Castilla la Vieja' la componen diecisiete relatos de muy parecida y corta extensión, que en origen servirían de acompañamiento a una serie de grabados de Jaume Pla, quien sugirió a Delibes echarles un vistazo y completarlos con unos textos.
Así surgió el homenaje que el escritor vallisoletano brindó a su Castilla, a un concepto, el ser de pueblo y que más tarde reconocería él mismo como la mejor de sus obras cortas. "El alma de Castilla está en ella", afirmaría incluso. Yo no sé si la puedo considerar su mejor obra corta, ya que en este ejercicio original del autor, a menudo en la corta extensión de los relatos encontraba cierta insatisfacción en su desarrollo.
Como buen amante de su obra, igualmente lo he disfrutado, pero aún más el segundo relato que contiene está edición 'La caza de la perdiz roja' en el que sí se reconoce plenamente la voz y estilo cotidianos de Delibes.
En éste, el homenaje es a la caza, pero más concretamente a la figura del cazador, y en él se deja ver el propio debate interno que siempre rondó al escritor, tan amante de la naturaleza, como de la práctica cinegética.