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Crítica de MaiteMateos


MaiteMateos
04 March 2024
Desde la antropología cultural, el canadiense Wade Davis nos ofrece una mirada sobre los distintos pueblos y etnias en que ha centrado sus estudios a lo largo de los años durante sus extensos viajes. Pueblos que han conservado sus mitos, su cultura chamánica, su economía basada en la caza y recolección, con el objeto de hacernos entender que ya sea desde África Oriental, Borneo, Nepal, Perú, Polinesia, Tibet, Mali, Benin, Togo, Nueva Guinea, Australia, Colombia, Peru, Brasil, Mongolia o Groenlandia, estos pueblos conservan un pensamiento, una manera de entender la existencia, una sabiduría que desde la soberbia del “mundo occidental” se está despreciando.


La realidad es que no existe una jerarquía de progreso en la historia de la cultura, ni una escala de darwinismo social hacia el éxito, como nos quieren hacer creer. La noción victoriana del salvaje y el civilizado, con una sociedad industrial orgullosamente instalada en la cúspide de una pirámide del desarrollo, que en su base se ensancha para abarcar a los así llamados pueblos primitivos, está quedando completamente desacreditada entre los ámbitos académicos e intelectuales, puesto que es evidente que encarna una ridícula jactancia racial y colonial.
Está científicamente probado que desde Irlanda hasta Japón, desde el Amazonas hasta Siberia, no existen diferencias genéticas pronunciadas entre las distintas poblaciones. Solo existen gradaciones geográficas y culturales. Todos provenimos del mismo tejido genético. Pero hay maneras muy diversas de pensar. Hay culturas para las que lo que de verdad importa y le da sentido a la vida no es aquello que se mide y se ve, sino aquello que existe en el ámbito de lo que llaman fuerza vital, o espíritu generativo, o la Gran Madre, la tierra, el agua, la materia o “aluna”… Los nombres son tan diversos como los pueblos. Pero que, en definitiva, es algo que solo a través del corazón y la imaginación humana puede manifestarse. En el universo, en la cosmología de todos esos pueblos no hay pasado, presente o futuro. No tienen una palabra para tiempo. No existe la noción de evolución o desarrollo lineal, ni se idealiza la posibilidad de cambio. Para ellos el propósito de la humanidad es no mejorar nada, solo conservar el mundo tal y como estaba en el momento de su creación. Son pueblos para los que la geografía es sagrada. Conceden un gran valor cultural y espiritual al paisaje, porque éste está estrechamente ligado a la supervivencia de sus habitantes. Los bosques, las montañas, los ríos pertenecen a todos y no entienden que los derechos y concesiones para su explotación puedan apropiárselos por las buenas unas compañías privadas, unos especuladores de ciudades lejanas y ajenas que no tienen ningún vínculo con el territorio.
Pero son muchos los que lo consideran normal y reducen el planeta a un mero bien de uso, a un mero producto para ser consumido y desechado.
También son muchos los que no lo ven así. Sienten que se está profanando y transformando un paisaje que debería ser sagrado y se sienten impotentes ante esta encrucijada de formas de pensar confrontadas. El bien de todos se está supeditando al supuesto bien de unos pocos. Vivimos una era de desintegración. La urbanización y la industrialización está reduciendo a millones de personas a la miseria y Wade Davis en «Los guardianes de la sabiduría ancestral», publicado originalmente en el 2009 con el título de «The Wayfinders» nos invita a reflexionar sobre ello…

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