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Crítica de Guille63


Guille63
18 March 2023
Muchos de estos relatos no tienen más de dos líneas, otros no sobrepasan el párrafo o no llenan más allá de una página. Más que cuentos parecen meditaciones en voz alta, haikus o aforismos en los que no hay trama ni escenario. En ocasiones no hay ni personajes.

Claro está, mi primera impresión fue de sorpresa, todo era muy novedoso para mí.

“DESDE ABAJO, COMO VECINA

Si yo no fuera yo, y, como vecina, me oyera desde abajo, hablando con él, me diría qué contenta estoy de no ser ella, de no sonar como suena ella, ni tener la voz que tiene, ni expresar esa opinión. Pero no puedo oírme desde abajo, como vecina, no puedo oír cómo no debo sonar, no puedo alegrarme de no ser ella, como haría si la oyera. Entonces, como sí soy ella, no me pesa estar aquí arriba, donde no puedo escucharla como si fuera una vecina, donde no puedo decirme, como tendría que hacerlo desde abajo, qué contenta estoy de no ser ella.”

La obra reúne más de doscientos relatos pertenecientes a cuatro libros (Desglose, Sin apenas memoria, Samuel Johnson se indigna y Variedades de perturbación). No todos son como los que arriba describo. También tiene cuentos más o menos al uso, con una extensión, digamos, normal en los que se cuentan historias de infelicidad, de confusión, de desamor, de pérdida de uno mismo o de otros, de frustración, y que también me encantaron. En ellos la autora mostraba toda esa magia que poseen los grandes escritores para elevar a lo más alto las vidas anodinas de la gente corriente o los actos más cotidianos o los pensamientos más comunes o vergonzantes para decirnos con ello algo que nos atañe de forma íntima a cada uno de nosotros y además hacerlo de forma distinta, certera y bella, e incluso, aunque todo lo que llevo escrito pueda predisponer a pensar lo contrario, divertida. Me atrajeron sus mil formas de retratar las mil formas de sentir la incomodidad que nos suponen los demás, la pareja y, casi siempre, uno mismo, su especialísimo estilo, la peculiaridad de sus planteamientos, la dureza de ciertas confesiones, la crudeza de ciertos pensamientos, la tristeza de ciertas acciones.

“INTENTANDO APRENDER

Estoy intentando aprender que este hombre alegre que me gasta bromas es el mismo hombre serio, que, al hablarme de dinero con tanta seriedad, incluso deja de verme, y ese hombre paciente que me aconseja en ocasiones difíciles y ese hombre malhumorado que cierra de un portazo cuando se va de casa. He deseado muchas veces que el hombre alegre fuera más serio, y el que el hombre serio fuera menos serio, y que el hombre paciente fuera más alegre. En cuanto al hombre malhumorado, me resulta un extraño y no considero un error detestarlo. Ahora estoy descubriendo que si le digo algo desagradable al hombre malhumorado cuando se va de casa, estoy ofendiendo, en ese mismo momento, a los otros, a quienes no quisiera ofender, al hombre alegre que gasta bromas, al hombre serio que habla de dinero, y al hombre paciente que da consejos. Pero miro, por ejemplo, al hombre paciente, a quien sobre todas las cosas quisiera proteger de palabras tan desagradables como las mías, y aunque me digo que es el mismo hombre que los otros, sólo puedo creer que no le he dicho esas palabras a él, sino a otro, a mi enemigo, que merece toda mi irritación.”

Pero desgraciadamente también están los otros (no pocos), esos de los que no entendía nada de nada. Esto fue lo que predominó en los dos últimos libros del volumen. Quizás, agotada la fuerza de atracción que surge del encuentro con algo distinto empecé a no ver la gracia a muchos de estos pequeños lo-que-sean, o, quizás, mi capacidad de imaginación no fue suficiente para dotarles de enjundia, o, quizás, fenecí bajo el peso de una sobreabundancia de relatos. El caso es que en esta segunda mitad del volumen pocos relatos fueron a los que encontré cierto interés y menos todavía los que me gustaron.
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