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Está es una historia contada en primera persona por Caitlin una niña de 12 años que por momentos actúa como una niña más pequeña y en otros se crece y parece de una madurez de muchos más de sus 12 años. Un a niña cuyo mayor pasión son los peces del acuario dónde ya pasa horas esperando por su madre, una madre soltera que se las ve negra para lograr dar lo mínimo a su hija, pero que a pesar de todo es un madre cariñosa. Me encantan esos continuos símiles entre la vida diaria y los peces, está niña tan madura y con un mundo interior tan basto, una rareza incluso para su propia madre, tan sola, tan asustada. La vida da un giro y se pone de cabezas para madre e hija, enfrentando sus deseos, que saca a relucir mucha tristeza. Me deprime está lectura, bastante dura, y más cuando oímos hablar a la niña Sheri (la mamá de Caitlin), una mujer que ha sufrido mucho y cuyo rencor la transforma de una madre amorosa a un amadre violenta, que se deja arrastrar por su pasado. El perdón es algo muy personal, las vivencias tambien, por eso soy capaz de entender a la Sheri adulta que se niega a perdonar porque cree que el perdón sería una especie de traición a si misma a sus circunstancias.... Y vemos como el rencor en la propia Caitlin también hace mella y ya no le resulta tan fácil el perdón que pide para su amigo del acuario. Lo único que es seguro en la vida de esta niña son los peces, su mundo acuático, silencioso, oscuro, de camuflaje, tan diverso que tesis caben en el y como desea que sea.asi el mundo de los humanos. Me ha dejado una sensación de perdida esta novela, nada es lo que parece, todos son víctimas de si mismos y de la vida, nadie dale ganado... Pero así de dura es la vida real, no los cuentos de hadas con los que dormimos de niña y soñamos de adultos. |
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