Nadie se muere de amor ha sido una historia cruda y visceral. Aunque las primeras páginas me tuvieron un poco descolocada por la forma en la que la autora narra la historia, en el momento te introduces, te arrastra a conocer más y más lo que le ocurre a los protagonistas, por lo que el libro se lee en un suspiro. Él está felizmente casado y tiene una hija a la que adora, ella está en una relación agotada que pende de un hilo. Todo empezará con la mirada de dos vecinos que se cruzan y que, sin darse cuenta, se ven envueltos en una vorágine de sentimientos salvajes, mentiras y sexo que los llevará a una relación que cambiará la vida de ambos. Seremos testigos de lo que ocurre a través de conversaciones de email, mensajes y llamadas entre los protagonistas. Conversaciones que describirán una relación de pasión desenfrenada que desemboca en una obsesión peligrosa, rozando la adicción y la dependencia; en noches de hotel y escapadas en un París que parece más romántico que nunca. Resulta imposible no empatizar con ella, entender sus sentimientos y sus acciones, pero al mismo tiempo, te gustaría entrar en la historia y decirle ‘corre'. Nos muestra una historia típica en la que, desde el principio, sabes lo que va a pasar. Es la historia de siempre, de un amor incondicional frente a un amor pasional y cobarde que se disuelve a la mínima dificultad. Este libro no será la historia de tu vida, pero en apenas 240 páginas, tampoco de dejará indiferente. |