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Un ensayo concienzudo dividido en seis partes cuya introducción ya nos pone en el camino hacia una lectura impregnada, no sólo de filosofía también de teatro (la vida es puro teatro), corrección política, economía moral, travestismo, autoconocimiento, ambigüedad moral... A través del conocimiento de la tragedia y la reflexión profunda sobre ella, la tragedia clásica, su relectura invita al conocimiento del "nosotros" siendo éste un concepto que no varía con el paso del tiempo, pues ese "nosotros" somos todas las generaciones que han pasado por la historia. Cada generación debe reinventar a los clásicos, pues la tragedia griega se aclimata perfectamente a cualquier época. al fin y al cabo habla de sentimientos, de pulsiones humanas. El autor ataca al conservadurismo cultural al que ve un riesgo pues incita a quedarse varados en el presente y arremeter contra un futuro incierto. En el pasado siempre está el germen del presente, por eso los clásicos no caducan. Ácido e irreverente, con un humor muy personal, el libro ha logrado arrancarme algunas sonrisas a la vez que he recordado muchas de las lecturas que tuve que hacer, obligatoriamente, en el colegio: Esquilo, Eurípides, Platón, Artistóteles o Hegel (curiosa su lectura, no sabía que hubiera un Hegel bueno y otro malo, según qué obra se lea). Muy interesante, aunque en algún momento me ha resultado demasiado denso. |
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