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Crítica de Beatriz_Villarino


Beatriz_Villarino
13 December 2023
A veces todo es más sencillo de cómo lo vivimos. A veces deberíamos dejarnos llevar por nuestros sueños. Otras, por nuestros impulsos. A veces tendríamos que intentar, simplemente, ser felices

Vivimos en una sociedad próspera, tenemos todo aquello que necesitamos para mantenernos cómodamente y dedicamos nuestro esfuerzo a que nada de eso cambie; queremos seguir con nuestra familia, porque somos la continuación de ella; con nuestros amigos, que tanto se nos parecen; con nuestro trabajo, que da sentido a lo que somos. Queremos permanecer en nuestra zona de confort porque no conocemos otra, porque tememos que, al salir de ella, todo se derrumbe.

Esto es lo que ocurre en Karsten, un enclave próspero de la región de Taryn, donde el único problema que tienen es la contaminación, un precio que han de pagar si quieren continuar como la zona más enriquecida del país de Londrarc —formado por cinco regiones, la propia Taryn, Mylos, donde se encuentra el bosque de Celphir, Elxania, Usmut y Orien, regentada por el inseguro, y por lo tanto, tirano, Alair Nyton, quien idea la forma de ir atacando regiones para que se anexionen a él hasta someter Taryn y hacerse con todas sus riquezas, «Pero si su afecto no surge de manera espontánea, entonces tendré que ofrecerles algo que lo valide»—.

Y precisamente en la aldea de Karsten tiene lugar una historia fantástica. Sus habitantes viven en una monótona armonía en la que cada uno desarrolla con responsabilidad el papel que ha elegido. Todo es muy tradicional, Eryx Demark es un chico tímido que dedica el día y parte de la noche a elaborar los mejores pasteles del país. Largas colas aguardan en su panadería diariamente hasta terminar con las existencias. La maquinaria en general y los relojes en particular no tienen secretos para Alena quien, desde que murió su padre, lleva la relojería con éxito. Su hermana Niobe, aún no repuesta de su traumática orfandad, decidió no salir de casa para dedicarse a la limpieza, cocina y demás actividades propias del hogar, entre las dos mantienen un tándem bastante clásico. Alena siente algo por Eryx, él también, pero ninguno se atreve a dar el paso.

Algo cambia cuando aparece Vangelis Brisk, el florista del pueblo a quien todos buscan para que les venda las flores más bellas o los remedios más efectivos en la curación de enfermedades. Nadie sabe que Vangelis es en realidad un énur —magos que tiempo atrás fueron diezmados porque los humanos temían que sus poderes les perjudicaran. Los que no fueron asesinados, como los padres de Vangelis, se recluyeron en el bosque de Celphir, en la región de Mylos, separada de Taryn por el mar de los sueños, capaz de quedarse en el fondo de sus aguas con todos aquellos que intentaran cruzarlo—.

Este sería el planteamiento de El mar de los sueños, pero los protagonistas, Eryx, Alena y Vangelis van a vivir una aventura fantástica que les permitirá romper ataduras, desarrollarse como personas individualmente y valorar el trabajo en equipo, algo con lo que obtendrán mejores resultados para la sociedad. Entre los tres surge el amor, a través del cual pueden deshacerse de un hechizo que les imposibilitaba trabajar, y con amor eliminan inconvenientes y peligros que azotaban Karsten, como las mantícoras comehumanos «…patas poderosas, lomo alargado, cabeza peluda y colmillos feroces. Una mantícora. […] su objetivo principal eran los niños y la gente indefensa».

Y juntos van en busca de la Morada del límite, situada en Aleby, en la frontera con el Mar de los sueños, una casa encantada cuyo dueño la hizo invisible antes de morir para que no descubrieran sus libros, entre los que se encontraban unas profecías que hasta ahora se habían cumplido, «la inscripción significa morada del límite […] Pienso ir a investigar con Vangelis en mi próximo día libre. Si lo deseas puedes venir con nosotros».

Dotados con el poder de Vangelis, del amor entre los tres y de la magia del anillo que Alena encuentra en su taller, hacen visible la casa y toman conocimiento de lo que ocurrirá en el futuro. Pero las profecías pueden tener varias explicaciones. Lo que deciden es ir al bosque de Celphir para que los énur los ayuden en la batalla contra Orien. Estos les dan cobijo, los enseñan a luchar y se enrolan en su ejército, lo que les permitirá afrontar la guerra.

No es bueno desvelar el final. Tampoco revelar algunos pasajes clave con los que el lector se puede asombrar. Pero me ha llamado la atención la manera desinhibida con la que Belén Conde trata ciertos temas que hoy empiezan a dejar de ser tabú, a pesar de que aún no están del todo asentados en la sociedad.

El mar de los sueños no es una novela de aprendizaje al uso porque no hay transición en los protagonistas de su niñez a su vida como adultos. Desde el comienzo son tres jóvenes muy diferentes que maduran por las circunstancias que los envuelven en un tiempo corto. Desde este punto de vista sí es una novela de formación en la que se nos presentan por separado, cada uno con su vida y, tras un viaje catártico y su convivencia de diez días con los énur, salen renovados para poner en práctica en su tierra todo lo aprendido y perfeccionarse con lo que ellos han elegido, en el lugar que han elegido y con las personas a quienes han elegido, «Con los primeros sorbos de aquella infusión que sabía a anís experimentó una súbita mejoría. Sintió un inmenso cariño hacia la mujer, a la que había llegado a considerar casi como una tía o una madre».

Hasta llegar a esta madurez han sufrido y han gozado. El lector es testigo y la autora le ha hecho ver que las reglas no son tan importantes; si no nos hacen sentir bien donde vivimos, deberíamos intentar cambiarlas o poder trasladarnos de lugar con total tranquilidad. No es bueno vivir oprimidos; en este sentido Belén Conde hace una llamada de atención al problema de la inmigración; a veces consideramos nuestro un espacio que no lo es, está ahí para ser ocupado por quien esté a gusto en él, «Los énur podremos regresar tranquilamente a nuestro hogar o elegir quedarnos en Taryn, si ese es nuestro deseo. Cesará toda persecución contra nosotros y la magia volverá a ser tomada en cuenta».

Tampoco hemos de sentirnos obligados por los lazos de sangre; la verdadera familia es la que nos quiere, nos apoya y se alegra con nuestra felicidad. Deberíamos ser capaces de formar parte de una familia en la que nos sintamos protegidos, amados y necesarios; el sexo de sus miembros es lo de menos, el tipo de familia tampoco importa si prevalece el amor entre todos.

Belén Conde ahonda en la inutilidad de normas establecidas. No todos aceptamos ni nos adaptamos a lo mismo por lo que, la autora rompe una lanza en favor de la eliminación de roles preasignados. La mujer no tiene por qué realizar labores (que se suponen) destinadas a ella. El hombre tampoco. Deberíamos tener libertad para elegir lo que queremos ser, con quién queremos vivir y dónde.

El mar de los sueños podría formar parte de los cuentos maravillosos; está claro que su argumento cuenta con hechos extraordinarios, increíbles, en los que intervienen hechizos, magos con grandes poderes que realizan conjuros buenos y malos, para los que hay anillos y talismanes capaces de contrarrestar sus efectos. Los protagonistas, buenos, deben defenderse de los antagonistas y superar las pruebas que estos ponen —como la guerra, el ataque de las mantícoras o la travesía por el mar— para salvarse. Asimismo deberán eliminar un hechizo para poder ser felices.

El cronoespacio de El mar de los sueños es, como su título, indeterminado. Los tiempos se mezclan, contemplamos adelantos del presente en un ambiente medieval con alusiones al siglo XIX: fábricas, aeronaves, brujas, todo tiene cabida en esta novela. Las actitudes también son propias de un pasado y un futuro incluso, pues el erotismo derivado de la relación entre los protagonistas desemboca en actos sexuales atrevidos que aun hoy no se contemplan como habituales.

No hay dureza en las escenas, ni en las de guerra ni en las de sexo, todo forma parte del devenir natural y va encaminado a la mejora de las relaciones. Está claro que la autora condena la guerra, lo vemos en las reflexiones de la propia Alena, «sintió una pena inmensa al considerar la posibilidad de que un pueblo diezmado como el énur sucumbiera al completo por la causa». No hay razones reales que justifiquen el asesinato de personas. También el narrador medita el asunto con detenimiento y aporta información sobre el pasado de Eryx, Alena y Vangelis, para que el lector tenga claro que son seres a los que las circunstancias, o los propios humanos, les arrebataron en un momento la felicidad dejándolos solos. Cuando somos conscientes del pasado de los protagonistas, encontramos más sentido a su presente y ponemos esperanzas en su futuro.

El mar de los sueños es una novela de formación que a su vez constituye un cuento maravilloso en donde el disfrute de los sentidos es importante para ser feliz. Cualquier motivo es bueno para aprender sobre los beneficios de las plantas, «La raíz de savia para la buena suerte y el aloe para las quemaduras también se encontraban entre los productos más populares». Las propiedades de los minerales pueden formar una mágica aleación con la fuerza de los colores para ayudarnos con nuestro estado de ánimo, «El color verde indica la presencia de hierro […] el zafiro incrementa la compasión y la comprensión de las debilidades…»

Cualquier elemento de la naturaleza nos ofrece diferentes posibilidades, solo hay que conocerlas y decidir cómo y cuándo queremos utilizarlos. Si nos esforzamos por aceptar lo que nos rodea, mostraremos «respeto por las creencias de los demás. Solo si somos capaces de conseguir ese respeto podremos vivir en una sociedad libre, libre para relacionarnos con quien nos guste sin que importe su nacionalidad, su condición o su sexo».

Por eso, El mar de los sueños es también una novela eroticorromántica en la que la mujer se muestra con un talante feminista también en el sexo. La autora no escatima, con un lenguaje cuidado, escenas de sexo explícito a través de las cuales Alena, Eryx y Vangelis exploran sus cuerpos desde el deseo y sin prejuicios, «podía oír los vientres de ambos chocando y el ruido húmedo de sus cuerpos […] alzó una de sus piernas y la sostuvo con el brazo mientras continuaba moviéndose».

Esto es lo que nos transmite Belén Conde: todos tenemos derecho a una vida feliz y a poder superar, en ella, las dificultades.

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