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Una urbe pequeña en el viejo continente, Hillsburg, y cerca de ella un castillo, habitado por cuatro curiosos personajes. El alcalde de Hillsburg, Fantillon, empeñado en mejorar la economía de la ciudad para recuperar su esplendor, decide recuperar el castillo y convertirlo en centro de cultural que atrajera numerosos visitantes. Fomentar el turismo y la cultura era su plan para salvar la economía del lugar y evitar que los jóvenes se fueran. Pero para recuperar el castillo había que invertir en su reconstrucción, y al tema económico habría que unir que el castillo no era en realidad una ruina abandonada. Bertrand, obsesionado con la limpieza, los mellizos Judi y Mudi, y el melancólico Eric, eran los cuatro fantasmas que habitaban el castillo sin saber cómo habían llegado hasta allí. Junto a ellos Búho, un ave que vivía en un árbol cercano y que de vez en cuando pasaba por allí. La llegada de los técnicos del ayuntamiento trastorna la vida de los fantasmas, que ven amenazada su morada por las reformas, y tratarán de asustar a los intrusos con todos los medios a su alcance. Pero el alcalde no cejará en su empeño de convertir el castillo en un centro cultural y turístico y contratará al joven Johan, un chico con rastas que no parece temer a nada ni a nadie, para que controle la situación en el castillo y que puedan seguir las obras. Aunque los fantasmas tratarán de asustar también al joven, pronto se entablará una buena relación que llevará a que los fantasmas vean mejoradas sus condiciones en el castillo gracias a la mediación que Johan hace ante el equipo municipal, pensando en el bienestar de sus nuevos amigos. Incluso consigue que se instale una antena y una televisión, y gracias a esos avances los fantasmas empiezan a disfrutar de películas que pueden ver cuantas veces quieran. La amistad de Johan con los fantasmas se centra principalmente en las figuras de los mellizos y de Eric. Bertrand no verá con buenos ojos las modernidades y temerá perder el castillo que habitan. Las películas que Johan proporciona a los "jóvenes" fantasmas dispara la vocación de actor de Eric, que con el nombre artístico de Marlon acudirá a la ciudad para abrirse camino como actor, la que parece su auténtica vocación, un sueño por el que cree debe luchar, a pesar de la oposición de Bertrand, que prefiere que todo siga igual. En ese intento de Marlon de abrirse camino como autor encontraremos amistad, la aceptación por parte de otros de lo "diferente", aunque también asistiremos a pasajes de egoísmo por parte de algunos que sólo piensan en lucrarse a costa de engañar a otros, pero el compañerismo y la amistad acabarán imponiéndose. Estamos ante una historia que se lee muy bien, apta para todos los públicos, no solo para los niños, que pone de relieve algunos valores que no está de más que pongamos en práctica más a menudo. Eric/Marlon, el protagonista, vivirá su propia aventura en su afán de buscar su sueño, sin importarle el miedo a lo desconocido, más allá de las paredes del castillo en el que mora, y en esa búsqueda encontrará gente buena y mala, pero sin olvidar que le espera su familia si las cosas no funcionan. La historia está narrada de forma clara, y el libro se lee rápido y bien, y es fácilmente entendible. Quién sabe si a no mucho tardar no serán otros los habitantes del castillo que decidan vivir su propia aventura y haya un nuevo libro en un futuro cercano. Y hay que destacar también las ilustraciones que encontramos a lo largo de las páginas, fiel reflejo de cómo debían ser los personajes ideados por los autores. Una buena historia, entretenida, y fácil de leer, que puede acompañar alguna tarde de piscina o playa a los peques o no tan peques de la casa; y recomendable también para los mayores. El libro ha sido escrito a dos manos, por un tío y un sobrino, así que fácilmente puede ser leído también por padres e hijos, tíos y sobrinos, y todo aquel elenco familiar que se os ocurra. |
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