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Crítica de Guille63


Guille63
10 March 2023
“De todas las formas de lo grotesco, la más extraña, la más complicada me parece aquélla cuyo origen se sitúa en la desesperación. Las demás sólo aspiran a un paroxismo de segunda mano.”

Por fin una lectura de Cioran, un poeta más que un filósofo, un místico sin revelaciones salvadoras, un insomne desesperado que cuánto más exasperado es su impotente grito más nos conmueve.

“El vínculo que existe entre el insomnio y la desesperación es indisoluble. Pienso incluso que la pérdida total de la esperanza es inconcebible sin la colaboración del insomnio. La única diferencia existente entre el paraíso y el infierno es que en el primero se puede dormir todo lo que se quiera, mientras que en el segundo no se duerme nunca.”

Cioran entabla una lucha, que sabe perdida de antemano, con la muerte, determinante absoluto de nuestra vida y de la que solo aquellos que viven ingenuamente, que no han despertado a la verdad de su ser, pueden desentenderse sin ser conscientes de que viven una ilusión, de que la única forma de comprender la muerte es sentir la vida como una agonía prolongada. El desprecio que Cioran siente por estas personas está contaminado por la envidia que siente por su falta de conciencia de sí mismos y del mundo.

“Solamente son felices quienes no piensan nunca, es decir, quienes no piensan más que lo estrictamente necesario para sobrevivir. El pensamiento verdadero se parece a un demonio que perturba los orígenes de la vida, o a una enfermedad que ataca sus raíces mismas.”

No solo estos son objeto de su desprecio, también los sabios están en su punto de mira, aquellos que piensa por placer, que son “demasiado orgullosos para confesar su miedo a la muerte, y demasiado presuntuosos para reconocer que la enfermedad posee una fecundidad espiritual”. Para el autor rumano “todas las verdades provienen de un suplicio interior más que de una especulación gratuita”.

“Todo lo que es forma, sistema, categoría, plan o esquema procede de un déficit de los contenidos, de una carencia de energía interior, de una esterilidad de la vida espiritual.”

Su única solución, una solución imposible, más allá de aquella ingenuidad a la que ya no pueden recurrir los que han despertado, los que se han distanciado de “la cándida poesía de la vida y sus encantos”, es vivir el instante como si solo él existiera, de una manera absoluta, sin conciencia alguna de la temporalidad, esto es, no hay solución alguna.

“Si he de ser sincero, debo decir que no sé por qué vivo, ni por qué no dejo de vivir. La clave se halla, probablemente, en la irracionalidad de la vida, la cual hace que ésta perdure sin razón.”

Un grito este del autor que, necesario es también decirlo, se vuelve repetitivo en muchas partes del libro. Cioran vuelve una y otra vez, seguramente buscando el alivio de sus tensiones sin límite en esa escritura obsesiva, a sus estados de iluminación, a la agonía orgullosa de su soledad, a lo absurdo de la vida, a la nada esencial, a la inanidad del ser, a la muerte... Un grito poético por el que nos compadecernos de él… que es como compadecernos de nosotros mismos.

“¡Cómo saborearía yo esos instantes en los que ya nadie se dejaría embaucar por un ideal ni seducir por ninguna de las satisfacciones que ofrece la vida, esos momentos en los que toda resignación sería ilusoria, en los que los límites de una vida normal estallarían definitivamente! Todos aquellos que sufren en silencio, sin atreverse a expresar su amargura mediante el mínimo suspiro, gritarían entonces formando un coro siniestro cuyos clamores horrendos harían temblar la Tierra entera. ¡Ojalá las aguas se desencadenasen y las montañas se pusieran a moverse, los árboles a exhibir sus raíces como un odioso y eterno reproche, los pájaros a graznar como los cuervos, los animales espantados a deambular hasta el agotamiento…! Que todos los ideales sean declarados nulos; las creencias, bagatelas; el arte, una mentira, y la filosofía, pura chirigota. Que todo sea erupción y desmoronamiento. Que vastos trozos de suelo vuelen y, cayendo, sean destrozados; que las plantas compongan en el firmamento arabescos insólitos, hagan contorsiones grotescas, figuras mutiladas y aterradoras. Ojalá torbellinos de llamas se eleven con un ímpetu salvaje e invadan el mundo entero para que el menor ser vivo sepa que el final está cerca. Ojalá toda forma se vuelva informe y el caos devore en un vértigo universal todo lo que en este mundo posee estructura y consistencia. Que todo sea estrépito demente, estertor colosal, terror y explosión, seguidos de un silencio eterno y de un olvido definitivo.”
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