Ofrenda

“Bajo a la costa y, otra vez, imagino que todas las respuestas están en la línea que divide el mar del cielo. Miro cómo de a poco se encienden las luces de los barcos pesqueros. Pienso que desde alta mar la sensación de lejanía debe ser la misma. El horizonte solo existe en la mirada, pero al mismo tiempo es, quizás, el límite más real de este mundo”.

La voz de la infancia sobrevuela estas páginas que conforman un diario lúcido de gran madurez. Constituyen estas un testimonio valioso e íntimo del hogar, desde la mirada inocente de su protagonista, a través del que da cuenta de una realidad tierna y cruda a partes iguales.

El afecto, la red de cuidados entre mujeres, la violencia de género, el aborto, la muerte o el duelo son algunos de los temas que vertebran las pequeñas confesiones que integran este diario. Me ha impresionado mucho el cambio de estilo entre sus partes, el modo de afrontar la realidad y sus contrastes y todo lo que conlleva madurar a una edad tan temprana. Aunque es cierto que la primera no me ha fascinado como esperaba, el ritmo de las otras y esa forma de narrar lo cotidiano cuando la enfermedad y la muerte aparecen me han dejado sin palabras. Y es que el duelo, por momentos, se vuelve tangible.