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Crítica de Guille63


Guille63
10 March 2023
La buena letra es el disfraz de las mentiras”

Con «La buena letra» el autor quiso pagar (perdonen el chiste malo) viejas deudas colectivas que sentía como suyas, aun sabiendo que esa clase de deudas son “insaldables”.

Por un lado, el autor quiere salvar del olvido el padecimiento de toda una generación que no solo tuvo que vivir una guerra provocada por un golpe de estado fascista, sino que además tuvo que sufrir la despiadada represión que vino una vez finalizado el conflicto y que se llevó por delante a decenas de miles de españoles que se sumaron a los cientos de miles caídos en la guerra, y ello durante una época de escasez que afectó en mucha mayor medida a los vencidos, marginados de los trabajos o humillados con remuneraciones de miseria. A todos ellos, muertos y vivos, los fascistas les robaron la vida abocándolos a un destino que no les correspondía.

“… busqué condensar las heridas que dejó la guerra, las traiciones, los cambios de bando, la ilegitimidad de la riqueza acumulada durante todos aquellos años, pero también el sufrimiento, la lucha por la dignidad de los vencidos. La ilegalidad. Sobre todo, quería dejar constancia de eso: de la tremenda ilegalidad sobre la que se asentaba cuanto estábamos construyendo.”

Por otro lado, Chirbes arremete duramente contra todos aquellos que acabaron pactando con los vencedores y se alzaron sobre sus propios muertos para hacer fortuna. Y junto a estos, los hijos de unos y de otros que muchos años después aceptaron pasivamente el “trueque de verdad por dinero” que significó la transición. Es por ello que una de las víctimas, la mujer que explica a su hijo por qué no quiere abandonar su casa para edificar en el solar, se exprese al final de sus días de la siguiente manera:

“No podía evitar que me diesen envidia los que se fueron al principio, los que no tuvieron tiempo de ver cuál iba a ser el destino de todos nosotros. Porque yo he resistido, me he cansado en la lucha, y he llegado a saber que tanto esfuerzo no ha servido para nada. Ahora, espero.”

Todo ello configura una narración impecable en la voz de una mujer que conmueve con su doliente y desilusionada mirada a un pasado que, por duro que fuera, lleva el barniz de la juventud vivida al lado del hombre que amó y que, tras sobrevivir a una guerra y a una posguerra, no pudo soportar lo que vino después.

Por último, no puedo resistirme a comentar el error que cometió el autor al final de la novela. Un error que en ediciones posteriores intentó enmendar eliminando el último capítulo y que venía a decir que el “tiempo acaba ejerciendo cierta forma de justicia… acaba poniendo las cosas en su sitio”, en otras palabras, que para los malos el pecado terminó siendo también su castigo. Y digo que intentó enmendar porque no encuentro nada en esas dos última páginas eliminadas que no esté ya implícito en la narración de los últimos días de Antonio, marido y cuñado de las dos mujeres que se encuentran muchos años después en ese último capítulo y que en realidad es la continuación del primero. Un error que, también debo decir, no mancha una buena novela.
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