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Crítica de EmilianoPD


EmilianoPD
24 June 2021
"Todos los acosados, los marginados, los perseguidos; todos los esclavizados, los tiranizados y los humillados por la fuerza, y sin libertad en esta isla, somos hijos de la Diosa Huracán."

Un ambicioso y extenso, demasiado extenso a mí parecer, relato sobre Cuba.

Estructurado en dos partes, una desarrollada en los primeros años de la conquista española y otra en un futuro próximo sacudido por las primeras elecciones democráticas en la Cuba poscastrista, con dos comunidades antagónicas en cada una de ellas y un hilo conductor común: la mitología taína con especial presencia de la triple diosa Atabey-Iguanaboína-Guabancex y la Hermandad: una sociedad secreta de ayuda mutua.

Es una novela histórica y un thriller; como tal, presenta un "body count" desmesurado, con alguna muerte que me pareció gratuita, como para demostrar que a la autora no le tiembla el pulso. La parte histórica me agradó más, repleta de curiosas referencias a la elaboración artesanal de libros, a la fauna y flora e imaginarios de los taínos.

La parte moderna me resulta mucho menos satisfactoria: además de molestarme la insistencia en que tengamos en cuenta cuán corrupto y peligroso ha sido el régimen político castrista (vale, Daína, te oímos), me pareció que el romance se formulaba con bastante desgana y que, en general, necesitaba una buena poda.


"La Madre Suprema era fuente de todo Bien y Mal, aunque no creo que percibieran tales conceptos como nosotros. Pienso que aceptaban los hechos y las posibilidades como alternativas para que el hombre aprendiera de ellas. Por eso la Diosa Madre era el origen de lo esperado y lo inesperado, de lo justo y lo injusto, del orden y el desorden. al ser humano le correspondía discernir y escoger su rumbo en medio de la confusión, como parte del ciclo vital. Ese estado de caos contenía simplemente disyuntivas múltiples de la existencia, algo que hoy tomaríamos como un aprendizaje espiritual."

"Los blancos eran criaturas raras. Siempre estaban queriendo persuadir a otros de que lo que pensaban o sentían no era cierto. Debían ser muy desgraciados. Lo había sospechado desde que los viera entregar cascabeles y sonajeros a cambio de recibir rocas. Un pueblo que daba más valor a las piedras que a la música tenía que ser un pueblo triste."
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